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Tengo calor; mucho calor. Mi cuerpo se siente fastidioso, sin fuerzas. Hay un aroma entre canela, vainilla y transpiración que tantea mis fosas nasales. Los párpados pesan. Se hallan en una combinación entre somníferos y alcohol.

Mi estómago se comprime tanto, que aumenta las ganas de evacuar todo. Siento arcadas; llenas de desdén. En mi rostro se siente el amanecer. La aurora solar reside en su punto más alto.

Tengo tanta hambre.

Al tratar de recobrar mi conciencia y de la situación. Estaré vomitando todo lo que ayer bebí y engullir. El malestar de la cabeza, incremente unos niveles más desdichados. Cierro con pesar los párpados y vuelvo a abrirlos. Todo mí alrededor da vueltas. El mareo es instantáneo. Recuerdo porque odio tanto las sensaciones de la resaca.

Eso me pasa por haber bebido tanto. Joder. Hago promesas de que no volveré a beber y después estoy ebrio hasta la médula.

Llevo una de mis manos a la boca y bostezo. Mitigo los escabrosos sonidos. Sigo parpadeando, pongo empeño para adaptar el enfoque de mis ojos, en un objeto brillante, que resalta en uno de mis dedos. Encaró el panorama, noto con exactitud que, se trata de un jodido anillo y no cualquier anillo, es el anillo. Sin comprender del todo intento movilizarme a través de la cómoda cama. Supongo que uno de los síntomas, de la resaca, es delirar. Estuve bebiendo tanto, que jamás había podido experimentar está síntoma.

Joder y mil veces joder. Soy peor que un camionero bebiendo licor. He aquí las consecuencias.

Procuró incorporarme donde sea que estuviera acostado. Sin embargo, dos cosas me lo impiden, el primero, un ligero ardor en la espalda baja. El segundo, un brazo adherido alrededor de mi cadera. El individuo que está a mi lado comienza a removerse. Aquel brazo contiene unos finos vellos cobrizos, aparte que es duro y pesado. Está muy sujeto a mi cintura; impidiendo que haga cualquier movimiento. Es una posición incómoda. Es ahí, cuando percibo no solo mi desnudes sino también la de él...

Poco a poco empiezo a percatarme de la oscura cabellera a mi lado. La sorpresa se queda corta al vislumbrar a "un Jules" despertando junto a mí. Siente mi mirada. Despliega su brazo de mi cadera. Se despereza; usa sus manos como brochas paseándose por el rostro. Intenta borrar las huellas de insomnio. Batallo internamente con mil docenas de dudas... pero, no hay respuestas. Sus facciones se contraen trayendo consigo un reflejo confuso y enojado. Bajo la vista, recorro su rostro colérico, sigo el camino por su pecho fuerte y marcado. Logró determinar los montículos inflados de musculos. Sin embargo, toda la trayectoria se ve afectada, al posar mis orbes: en su mano derecha, elevada en al aire. Para ser más exactos en su dedo medio. También posee ese anillo, solo que este no es tan llamativo como el que cargo puesto. Jadeo fuerte al finalizar el rompecabezas en mi mente. Mi respiración empieza a agrietar. Mis ojos se humedecen por lo que mi psiquis emprende a dar revuelcos queriendo recordar lo ocurrido de ayer.

Risas. Bebidas. Besos. Flashes. Bebidas. Dos sonoros «sí.» Nuevamente flashes. Besos. Manos recorriendo cada parte de mi cuerpo. Flashes. Besos. Sexo. Sueño.

¡Mi padre me va a asesinar! ¡El agente de imagen de mi padre! ¡Y yo también colaborare en mi asesinato! Un temblor recorre todo mi organismo; intentó girar en dirección del beisbolista. Antes de hacerlo, soy empujado con rudeza fuera de la cama. En la caída golpeó mi cabeza con el orillo de esta; terminó en el suelo doblándome del dolor. Dirijo mi mano derecha al sitio afectado. Hay un líquido viscoso en la palma. El haber tocado el área afectada, se convierte en otro error, el dolor incrementa.

El curioso embarazo de Joseph ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora