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Por ahí estare haciendo encuestas, dando noticias de mis libros y muchas cositas importantes ❤

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Un insólito olor ingresa por los ductos de mis fosas nasales. Siento dolor de cabeza y va incrementando cuando pruebo abrir los ojos. Mis parpados no quieren despejarse. La densidad de mi mente comienza a jugarme una mala pasada. Cada estruendoso ruido se vuelve hostigador. El incremento de la maleza de mi mente ocasiona que los recuerdos sean difusos. Intento nuevamente abrir los ojos pero no logro hacerlo; es como si estuviesen compactados. Escucho unos susurros apenas perceptibles. Son de dos personas que se encuentran a mí alrededor.

—Es imposible —susurra una voz masculina totalmente ronca. Un vuelco se hace presente en mi pecho. Es Jules. Sus palabras salen con cólera y malestar—. No puede decirme eso, todo iba bien.

—No es decisión pertinente, señor Stronligth —la otra voz me hace estremecer. Es el doctor Patterson—; no sé qué sucedió. Solo él sabe lo que sucedió y tal vez con ello nos podamos ahorrar las conclusiones que estamos sacando.

¿Qué sucede?

¿Hablan de mí?

Un nudo se forma en mi garganta al sentir un cuerpo abrazarme con fervor estancado. Su aroma me hace estremecer.

Oh Jules ¿qué te tiene así?

—Perdóname por no cuidarte mejor, mi amor —su voz apenas es entendible—, necesito que abras los ojos, por favor...

—Jules —musita una voz femenina. Tardo un poco en procesar aquella voz hasta dar con Sandra—. Tranquilo, Joseph es muy fuerte, ha pasado por mucho pero...

—Yo soy su esposo... él padre de nuestra... debería cuidarlos a ambos.

—Amigo...

Intento abrir los ojos una vez más. Lentamente lo hago. Por unos largos segundos quedo cegado por la luz artificial. Parpadeo con cuidado. Me arden los ojos, es como si hubiera dormido demás. Ruedo los ojos, así observar mi entorno. Primero me topo con la genuina mirada de Jules. Me observa con arrepentimiento y dolor. Luego noto a mis amigos Tay y Sandra. Y por último noto que estoy en una habitación; más bien la habitación de Jules y mía. Con las últimas palabras suelto una débil risa llamando la atención de todos.

—Oh, Joseph —mí esposo me abraza con avaricia dejándome varios besos en los labios—. No vuelvas a arriesgarte otra vez por favor, no podría soportar perderte de nuevo. No más.

Lo miro directamente a los ojos los cuales brillan a causa de las lágrimas que comienzan a descender de sus ojos. Mi corazón se estruje al solo verlo. Tuve la oportunidad de verlo de esa manera cuando llegó de su partido de beisbol en Washington al consultorio del doctor Patterson en Atlanta. Y no me gustó verlo así, débil, decaído. Y hoy tengo nuevamente la oportunidad de observarlo de la misma manera y odio seguir observándolo así. Tan vulnerable.

El curioso embarazo de Joseph ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora