Prólogo.

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Si pudiera describir su vida diaria, diría que era una de las más ajetreadas del mundo por los lapsos tan cortos de descanso que tenía. Si hacía cuentas, ni siquiera podía recordar la última vez en la que se había tomado un poco de tiempo para sí mismo, además de la hora de ir a dormir.

Como todos los días, el despertador sonó a las 5:00 de la madrugada y él después de luchar con sus ganas de quedarse en cama, se había levantado para empezar a preparar el desayuno para dos personas.

Se consideraba todo un héroe; ser padre soltero no era algo que fuera fácil, pero ya había sobrevivido a eso durante 5 años, y ante los demás, su trabajo estaba completamente bien hecho, a pesar de la serie de problemas que se le habían generado por no poder entender del todo los problemas de las mujeres.

Sirvió tostadas y huevos fritos en dos platos y apenas colocó los vasos llenos de jugo de naranja recién hecho en la mesa, como si eso fuera su alarma, su hija de 15 años apareció por la puerta de la cocina frotándose los ojos con pereza.

- Buen día, cariño – la saludó con una sonrisa.

Ella sonrió a medias y él no se sintió extrañado ante aquella acción, "era normal en chicas de su edad" que no fueran muy demostrativas en cuanto a sus padres -según su mejor amigo, Liam, quien no tenía ningún hijo-. Con aquello había comprobado que aquello que mostraban en la T.V. era falso, jamás un hijo de esa edad saldría corriendo a sus brazos.

- ¿Cuándo dejarás de hacer el mismo desayuno? – se quejó la chica mientras empezaba a juguetear con el tenedor lo que había en su plato.

- El día que quieras algo distinto, despierta más temprano y prepara el desayuno tú misma– soltó sentándose a su lado.

Alexandra soltó un bufido. Estaba claro que aquella no era su mejor mañana, y es que siempre tenía cambios de humor un tanto extraños, pero Louis había decidido pensar que era parte de su personalidad.

- Había olvidado decirte que tengo que entregar un trabajo – comentó sin interés alguno.

- ¿Acerca de qué? – se interesó – Te recuerdo que tienes que esforzarte un poco más en esas cosas.

Su hija no había tenido las mejores notas en la escuela últimamente, pero a pesar de eso, ella no solía pedirle ayuda para sus trabajos así que consideraba que aquel era un día de suerte y que tenía que prestar atención.

- Era un tema libre – comentó – así que decidí hablar sobre caballos.

- ¿Caballos? – preguntó un tanto desconcertado.

- Si no te parece la idea, no me ayudes – dijo, dejando caer el tenedor en el plato causando ruido.

- No he dicho eso, ¿Cómo quieres que te ayude? – preguntó, decidiendo pasar por alto aquel gesto grosero.

Sabía que ella sentía un profundo amor por esos animales. Le había comprado un enorme cuadro con un marco de madera tallado donde se podían ver un par de caballos corriendo por un pastizal, ese día ella lo había amado, pero ese amor había terminado una semana después cuando le impidió salir a media noche a una fiesta. Ni siquiera tenía idea de qué padre había permitido a sus hijos de quince años hacer una fiesta a esas horas.

- Leí sobre un lugar donde se dedican a dar clases de quitación y criar caballos, se encuentra a dos horas de la ciudad – dijo tímida y él adivinó que tal vez no le gustaría lo que seguía – quisiera ir y habar con el dueño para que me permita convivir con los caballos y que me hable de ellos, ya sabes, hacer mi trabajo más real.

Pasos hacia ti. [Larry Stylinson]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora