Estaba tumbada en una hamaca en el porche de mi casa, tomando el sol con los ojos cerrados, deseando que el tiempo pasara rápido. Mi vida no era más que un conjunto de cosas absurdas por hacer y aburrimiento. Me pasaba el día perdida entre las páginas de los libros, entre las notas de una canción, o en la estrella que buscaba pero jamás encontraba.
Suerte que empezaba mí penúltimo año de instituto y podía gastar mi tiempo en estudiar y hacer los deberes. Mi vida social era poca, o más bien nula. Tenía amigos, sí, pero apenas quedaba con ellos. A lo mejor una vez cada mes, o dos con excepción.
Esa mañana me levanté con ánimos, ¿quién sabe qué misterios aguarda el instituto? Un pequeño lugar en el que miles de adolescentes lo único que hacen es quejarse de que tienen muchos exámenes e implorar las vacaciones.
Mi abuela, la madre de mi papá, estaba haciéndome unas tortitas para desayunar. Ella vivía con mis padres y conmigo desde que la residencia en la que se alojaba fue elegida para ser demolida debido a las pocas personas que había en él. Mi padre había decidido traerla con nosotros hasta que encontrara un nuevo lugar en el que quedarse. Él tiene una hermana, mi tía Helen, pero no se fía demasiado en que ella sepa cuidarla como debe debido a sus graves problemas psicológicos de los últimos meses.
- Buenos días, Suzie
- Buenos días, abuela –le contesto – voy con prisas, llego tarde. ¡Hablamos luego!
Le doy un rápido beso en la mejilla y salgo por la puerta corriendo con una tortita en la mano que me había dado tiempo a coger.
Tomé la bicicleta, el medio de transporte que utilizo para andar de un lado a otro siempre. En mi pueblo, Rotten Hill, todo el mundo suele llevar camionetas, ver a una persona con una bici es bastante extraño. Supongo que yo soy de las pocas.
Al entrar al instituto todo sigue igual que siempre, las paredes de un color crema desgastado, las bombillas de las lámparas parpadeando medio fundidas, y el verde de las taquillas con muchas manchas negras. Me dirijo a la mía para soltar el montón de libros que tengo y solo coger el de la clase que tengo ahora, Literatura.
No soy la clase de chicas que va saludando a todo el mundo que ve por el pasillo, principalmente porque tengo a pocas personas a las que saludar. Por lo que llego a clase sin ningún tipo de interrupción. Al entrar, nadie se percata de mi presencia, ninguna mirada ha sido dirigida a mí. Y eso, en parte, me alegra.
Me siento en una de las primeras filas para prestar atención bien a la clase y poder enterarme de todo. Me coloco un poco mejor el pelo y pongo un mechón detrás de la oreja. Mi pelo negro como el carbón cae encima de mi libro, a veces es molesto pero siempre me ha gustado. Siento que es como una barrera entre el mundo y yo.
El timbre suena y el profesor entra por la puerta. Parece ser un profesor nuevo, es bastante joven además. Tiene el pelo tan negro como el mío, colocado hacia atrás. Le hace lucir bien.
Noto las miradas de las chicas clavadas en él, fijándose en cada gesto que él hace. Por lo que yo decido dejar de mirar y concentrarme en el libro de lectura que he traído para hoy, un clásico, Matar a un ruiseñor. Se oyen unos cuantos suspiros por el fondo de la clase, yo repelo ese tipo de comportamiento, ¿cómo se puede ser tan descarada?
Carraspea antes de hablar y se coloca el jersey azul marino que lleva puesto un poco mejor.
- Eh… buenos días – dice dudoso. Pánico escénico pienso al segundo – Este año voy a ser vuestro nuevo profesor de Literatura. Mi nombre es Henry Crowell. Espero que este año esta asignatura sea de vuestro agrado y se convierta en una de sus favoritas – sonríe.

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Smile with your eyes.
RomanceSuzie, una chica de 16 años que se encuentra perdida y sola encuentra su valentía en un amor que no es aceptado por todos, ni siquiera correcto. Un amor que tiene que atravesar muchas barreras para llegar a suceder de un modo completo, si es que alg...