Capítulo 24: Eres todo lo que siempre quise

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Camino descalza por el suelo frío de mi casa, mis ojeras están tan pronunciadas que parecen de otro mundo. Llevo días sin salir de mi habitación y tengo el cuerpo congelado, como si cada poro de mi piel fuera como copos de nieve que al mantenerlos tanto tiempo contra mi piel queman. Mi madre está sentada en la silla de la mesa de la cocina cómodamente mientra da pequeños sorbos a su taza de café y observa las noticias en la televisión. Mi padre está fregando los platos que han utilizado para almorzar. Yo, sin embargo, no como desde no sé cuanto tiempo, ni siquiera puedo recordarlo.

La tristeza en los ojos de mis padres es claramente visible, saben el dolor que estoy sobrellevando y lo único que intentan es poder remediarlo pero no hay ninguna forma de que puedan hacerlo.

- Cariño, ¿quieres tomar algo? -pregunta mi madre mientas me ofrece su taza de café.

Niego con la cabeza y me acerco a la nevera para tomar algo, ella sorprendida se queda quieta, como si moverse fuese a espantarme. Cojo un zumo de naranja y me marcho de la cocina dejando atrás todo el silencio incómodo tapado por el sonido de las noticias.

Hace un día bastante soleado por lo que decido que es una buena idea salir a tomar un poco el sol en el porche tras haber estado tanto tiempo encerrada entre cuatro paredes. Tomo mi biquini y las gafas de sol y me tumbo en una hamaca que he colocado en el césped. Coloco el vaso de zumo en una pequeña mesa justo a mi lado, lo suficientemente cerca para tener sólo que alargar la mano para tomarla. Mis ojos aún siguen abiertos, mirando las casas de en frente intentando no pensar demasiado, aunque es bastante complicado no hacerlo.

Cierro los ojos, sintiendo el sol ardiendo en cada centímetro de mi piel, cuando aprieta fuertemente en mi pecho me alegra, debido a que hace que el dolor se frene, aunque sea por los pocos segundos que se encuentra sobre mí. Con mi mano me doy un pequeño masaje cerca de la garganta, intentando que el dolor atraviese cada parte de mí. Aprieto los ojos, aguantando el dolor que me quema por dentro, incrustándose en los huesos de mis costillas e incluso llegando a las puntas de mis orejas. 

- ¿Estás bien? -susurra una voz muy familiar pero a la vez muy lejana de la posición en la que me encuentro.

Mis ojos se abren completamente, el corazón comienza a latirme rápido y puedo sentir como el dolor se va desvaneciendo hasta convertirse en un leve rasguño interior. Henry arrastra su mano entre sus cabellos, levantándolos un poco pero caídos por la cantidad de pelos que tiene, su pelo negro brilla con la luz del sol. Da unos pasos para acercarse, pero no demasiado cerca.

- Eso creo -logro susurrar con una voz muy suave, casi inaudible.

- Bien, entonces quizá debería seguir -señala con el dedo calle abajo- mi camino.

- O podrías quedarte conmigo.

- No sé si eso estaría bien -murmura mientras mira hacia mi casa.

- ¿Acaso alguna vez hemos hecho lo correcto? -me incorporo un poco, poniendo mi espalda recta y levantando mis gafas de sol. Ahora puedo observar con mucha más claridad como sus ojos están iluminados debido a los pequeños rayos de sol que se proyectan en ellos.

Ríe por lo bajo pero, rápidamente, esconde su sonrisa tapándose la boca con la mano.

- Te echo de menos -dice curvando una ceja mientras me mira.

- Yo también te echo de menos.

Le ofrezco mi mano para que se acerque y él, al principio dudoso, la acepta y se sienta en los pies de la hamaca. Me siento como un indio, lo suficientemente cerca para que mi rodilla toque su cintura, y aunque sea poco el roce, se siente bien tenerlo cerca de nuevo. Él no se atreve siquiera a seguir mirándome, simplemente mira hacia ningun lugar, temeroso de lo que pueda pasar si lo hace.

Smile with your eyes.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora