XVIII - Amor y Odio

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-Es todo mi culpa...- decía mientras se refugiaba en los brazos de su esposo.

Shen la abrazaba como si no hubiese un mañana, temía no ser capaz de confortarla, la adoraba pero sabía que el vacío que estaba sintiendo no llenaría tan fácilmente. Al menos no por él, necesitaba a su hijo. Ambos lo extrañaban, su ausencia era patente puesto que ella no podía sentir nada, sus rastros vitales habían desaparecido por el sello.

-Claro que no, Hikari... Verás que todo irá bien...

-Es mi culpa que él esté así... Yo... Debí tomar precauciones ese día...

-Tú hiciste que permaneciera con nosotros y ha crecido maravillosamente... Esto solo es pasajero, escúchame- la obligó a mirarlo con suavidad. -Has sido una madre increíble...

-Oh querido, temo por él...- las lágrimas en su rostro hermoso lo lastimaban.

-Es más fuerte de lo que crees.

-Lo sé, pero...- bajó la vista. -Ella debilita a nuestro Ryu...

El hombre suspiró. Esa cuestión era una gran contra para su muchacho. Recordaba los días en que verlo llegar a casa con la mirada iluminada de felicidad era el éxtasis para ellos. Por aquellos días no podía dejar de hablar de lo maravillosa que era aquella chica, lo veían salir y regresar con una sonrisa cada día. Su magia nunca había sido tan estable.

Hasta que se enteraron que no era humana.

Al principio todo fue bien pero con el tiempo el chico se veía cada vez más preocupado y no les contaba nada nuevo. A veces salía tarde por las noches y regresaba a la madrugada.

Entonces un día Hikari regresó con Ryu en un estado terrible, herido e inconsciente. El día en que él había despertado. Desde entonces nunca había vuelto a ser el mismo.

-No puedo asegurarte que la olvidará amor mío- dijo el hombre dejando de recordar. - ¿Pero sabes? Confío plenamente en nuestro hijo.

-Sí, yo también...- se separó de su abrazo. - ¿Podrías llevarme a las oficinas Li? Debo ir a ver a Mei Ling...

-Por supuesto.

Durante el trayecto no hablaron. La mujer miraba por la ventanilla hacia afuera, se la veía ciertamente decaída, la conexión entre ella y Ryu no era solo de madre e hijo, sino también de maestro a súbdito. La relación que tenían podían perjudicarlos emocionalmente sino llevaban una buena conexión. Debido al sello en el muchacho era como si ésta se hubiera roto.

La dejó en la entrada del edificio con la promesa de que la pasaría a buscar más tarde. Lo saludó hasta que lo perdió de vista y luego ingresó.

Avanzó por los pasillos hasta la habitación de la jovencita, adentro su primo estaba sentado observándola. Lucía agotado y extrañamente entristecido, las cosas habían resultado terribles, era comprensible que no pudiera con las cargas.

-Buenas tardes Shaoran- lo saludó con una reverencia. - ¿Cómo te encuentras?

-Buenas tardes señora Ming, me encuentro bien, le agradezco su visita.

-No es nada por favor- miró a la joven en la cama. -Esta chica salvó a mi hijo...

-Mei Ling en verdad quiere mucho a Ryu, después de todo es nuestro amigo de la infancia- la mujer negó con la cabeza.

-No... el amor que ella le tiene es de una mujer a un hombre... estoy tan feliz de que alguien... lo mire como nosotros lo vemos, como un igual, no habría otra forma de que sienta algo por él sino...- se aproximó hasta la cama y ocupó una silla junto al lecho, siempre mirándola con ternura y sonriendo. -Hemos esperado tanto por este día... mi hijo también la ama...

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