XVI. Ironía pura

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André no sintió dolor alguno, pudo ponerse de pie sin ningún esfuerzo; dirigió su mirada al precipicio de arriba y observó a una multitud cuya furia había cesado, pero que seguían apuntando su atención al suelo; el cuerpo de André permanecía tirado en dónde cayó, mientras que su espíritu libre no encontraba cómo reaccionar; permaneció de pie a las orillas observando detenidamente el río, cuyas aguas empezaron a agitarse de pronto, y un fuerte sonido se hacía presente; sin más introducción, el barco había llegado, y se había detenido frente a André.

La misma escena se hacía presente, las mismas escaleras se iban formando frente a él, este último elevó la mirada muy ansioso esperando la figura del mayordomo con su icónica bienvenida; pero no fue este quien apareció, sino el hombre amargado que recibió anteriormente a Carlos; este hombre no se tomó el trabajo de descender hasta André para darle un recibimiento, solo hizo falta una fuerte voz de mando desde arriba que obligó a André a subir; este último subió las escaleras y la cuesta arriba le pareció extrañamente larga, seguramente era la sensación de satisfacción, de ver lo que había esperado con muchas ansias.

Cuando André llegó al barco, las escaleras se desvanecieron y el barco tomó un rumbo sin esperar más. Ya todos a bordo y con el motor en marcha, el hombre de prendas sucias, le exigió a André, sin dejar de lado en lo absoluto su voz gruesa y actitud nada amable, que lo siguiese, que había mucho trabajo por hacer; André acató la orden. Mientras André iba por detrás de los pasos del gran sujeto, quien era muy alto y robusto. Ambos pasaron por una pequeña sala de estar de aquel crucero, se hallaba lleno de muebles ocupados por personas adultas muy entretenidas hablando entre sí, y siendo servidos de copas de champagne por un grupo de sirvientes; André pudo diferenciar de entre esa gente, a una mujer de espaldas conversando muy a gusto con otras personas del barco; aquella silueta y largos cabellos le eran muy familiares; André ya podía distinguirla fácilmente; era su madre, cuya postura firme y gracia, la hacían lucir muy bien de salud, este no recordaba cuando fue la última vez que pudo verla así. André sintió un extraño clima familiar y no dudó en ir tras de ella para darle el abrazo más fuerte de todos; pero el robusto hombre que iba por delante, vio venir tal acción rápidamente, logrando detener a un flacucho André del brazo, e hizo continuar su camino; André tuvo que remorder su impotencia de no permitírsele ver a su madre; seguro era parte de la penitencia. Reanudaron el camino. André y el hombre al que fácilmente podía ver como su jefe; siguieron por un pasadizo largo; en este pasillo, André se encontró nada menos que con un desconocido Carlos quien se hallaba trapeando el suelo portando un uniforme nada cómodo; este logró presenciar a André quien pasó por su lado, fue recibido por Carlos con ciertas palabras familiares: "¿Qué tanto me ves esclavo?".

André continuaba su camino tras el "jefe", pasaron esta vez por una sala demasiado amplia y muy distinta a las demás; la elegancia no era el término correcto aquí, sino lo moderno y colorido, muchos toboganes, columpios y balones en el suelo, algunos muebles y demás juguetes; André pudo notar a muchos niños tratando de ocultarse en lo que encontrasen de este lugar; André escuchaba un conteo más allá del diez; había una niña en el muro cubriendo su vista contra la pared; era Candry quien se hallaba jugando al escondite con todos los niños de la sala; André no dudó en gritarle su nombre para llamar su atención, pero antes de que pudiese hacerlo, nuevamente el gran hombre, quien ya resultaba un fastidio, logró adivinar su cometido, y colocando sus manos en la boca de André, le impidió hacer un llamado alguno, Candry nunca supo del breve paso de André por esa sala; el hombre le dijo a André que no podía distraerse, pues el trabajo no podía esperar más, era su obligación, y que ningún trabajador en ese barco podía compartir la misma dicha de estadía de quienes sí se lo merecían. En ese barco se podía encontrar a familias enteras, pero que no necesariamente pertenecían a la misma clase de tripulantes, y que por alguna razón, aquellos quienes sí fueron buenos, no sentían la necesidad ni el deseo de tratar con los sirvientes, aun si estos habían sido entrañables en su vida.

Más allá de la Vida // (1ra Parte)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora