Parte sin título 19

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Emma se despertó más pronto que de costumbre, ya que la jornada en su nuevo trabajo comenzaba a las ocho en punto. Aparentemente recuperada de la fiebre, desayunó junto con la madre y su hermana, ya que David había salido de viaje otra vez hacia Portland.

En cuanto llegó a la oficina, marcó el número de Regina, sin embargo, la morena no atendió otra más de las miles de llamadas que le había hecho.

El día pasó rápidamente y de forma tranquila. Emma era consciente de lo que tenía que hacer y por esa razón no necesitó tanto de la ayuda de su secretaria Isabela, y tampoco la de su hermana. Al final de la sobremesa, antes de regresar a casa, recibió en su email un informe sobre los pasos de Regina a lo largo de su día.

El informe se resumía en dos reuniones en restaurantes, generalmente con hombres, que supuso que eran empresarios de los que Regina estaría intentando sacar contratos. Una visita al banco, pero lo que realmente le llamó la atención fueron las fotografías. En diversas imágenes, Regina se encontraba acompañada de una bella morena, ambas sonrientes y demasiado próximas, lo que hizo que la rabia y los celos se apoderasen de su cuerpo.

«¡Cuánto más tiempo pase en Nueva York, peor será para mí! No puedo perderla, no puedo...» dijo, levantándose rápidamente de su silla

«Emma, ¿ya te vas?» preguntó Anna, al encontrársela en el pasillo

«Tengo un asunto personal que resolver, Anna. ¿Pasó algo?» preguntó Emma

«No, puedes irte tranquila» dijo ella, y sin pestañear Emma salió apresuradamente.

Ya eran más de las cuarto cuando llegó a la mansión de la familia Mills. Aunque estaba sorprendido con la visita, Henry Mills no se negó a recibirla.

«Señorita Swan, ¿a qué debo esta visita?» preguntó

«Señor Mills, buenas tardes. He venido a ofrecerle el dinero que necesita para la Mills Export» dijo ella, sin ceremonias

«Le agradezco su...buena fe, señorita Swan. Pero no necesitamos su dinero»

«¿De verdad cree que algún banco le prestará dos millones de dólares para levantar una empresa prácticamente arruinada?»

«¿Y por qué no?»

«Por lógica, señor Mills. No tienen garantías»

«¡Eso es lo que usted dice! Y ahora si me permite...»

«¿Sabe?...Al principio cuando estuve aquí la primera vez, me llevé una buena impresión de usted, pero me he dado cuenta de que fue una gran equivocación por mi parte»

«Felizmente, sus impresiones, sean buenas o malas, no me incumben en nada»

«Claro...a un viejo farsante como usted no debe importarle nada. ¿Cree que no sé lo de su falsa enfermedad?»

«¿El qué? ¡Salga de mi casa ahora mismo!»

«¿Por qué se ha inventado que está enfermo de Alzheimer? ¿Para qué esa mentira? ¿Lo hace para hacerse pasar por el pobrecito y controlar a sus hijas y esposa, verdad?» dijo Emma, en tono acusatorio.

«No...no...cállese, y márchese de mi casa...» murmuró, sus ojos desorbitados mostraban el susto y la sorpresa ante aquella acusación.

«Le contaré a Regina su mentira y...» antes de terminar lo que pretendía decir, Emma se calló al notar que a Henry le faltaba el aire, y se llevaba la mano derecha al pecho

«¿Papá? ¿Qué ocurre aquí?» preguntó Zelena, y antes de que nadie pudiera decir nada, él cayó

«¡Henry!» gritó Cora, corriendo hacia su marido desfallecido en el suelo «¡Llame a una ambulancia por el amor de Dios!» dijo mientras al lado de Zelena, intentaba hacer que reaccionase.

Una perfecta idiotaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora