Parte sin título 30

2K 165 33
                                    


«¿Emma? ¿Qué haces aquí?» preguntó Cora

«Buenas noches, señora Mills. Me gustaría hablar con Regina si es posible» dijo ella

«No creo que sea el mejor momento»

«Por favor...no me niegue eso»

«Está bien...te acompaño al cuarto»

En el más absoluto silencio, Cora la condujo a la habitación de su hija pequeña. Tras llamar a la puerta y abrirla, Zelena se acercó informando que Regina se había quedado dormida, y al contrario de lo que ella y su madre imaginaron, Emma pidió permiso para esperar a que despertara. A pesar de la vacilación por parte de Zelena, Cora dejó que Emma entrara, y enseguida, se retiró junto con su otra hija.

A paso lento, pero firme, Emma se acercó y cuidadosamente se sentó en el borde de la cama, donde sus manos pudieran alcanzar los cabellos cortos y negros, esparcidos por la almohada. Instintivamente sus ojos se llenaron de lágrimas al encontrar el pequeño hematoma al lado del labio inferior, y sin pensar dos veces, lo acarició con la punta del dedo índice.

«¿Emma?» murmuró Regina, y al abrir los ojos y contemplar el brillo verde direccionado a ella «No puede ser un sueño...pareces tan real...» añadió, tocándole el rostro con la palma de la mano.

«No es un sueño...estoy aquí contigo...» dijo Emma, esbozando media sonrisa

Claramente confusa ante aquella presencia inesperada, Regina se sentó en la cama y durante unos segundos sus manos restregaron sus ojos aún descreídos con lo que veían delante.

«¿Por qué estás aquí?» preguntó Regina

«¿Qué sucedió?»

«Yo pregunté primero»

«Quiero saber lo que sucedió...»

«No sucedió nada...»

«Tienes un morado en tu labio»

«Me golpeé contra una puerta y...»

«¿Por qué mientes?» preguntó Emma, y aparentemente avergonzada, Regina bajó la mirada «¿Fue David, no?» añadió, y como respuesta, escuchó el llanto compulsivo de la mujer que tanto amaba.

Rápidamente, Emma la envolvió entre sus brazos, apretándola con firmeza en el intento de consolarla, de darle la seguridad necesaria que ciertamente necesitaba. Regina se mostraba tan frágil en aquel momento que, por algunos instantes, Emma creyó que podría ser posible matarla si apretaba un poco más su cuerpo.

«Cálmate...no te sucederá nada malo porque yo no lo permitiré...» murmuró, mientras le acariciaba el pelo

Algunos minutos pasaron así, en tranquilidad, y el llanto cesó. Emma esperó pacientemente a que Regina se calmara para poder retomar la conversación, y al hacer amago de dar el primero paso, la fascinante voz de la mujer de la que estaba perdidamente enamorada la hizo retroceder.

«Estoy tan cansada...» dijo «Cansada de llorar, de equivocarme, de arrepentimientos...cansada de todo a mi alrededor...» añadió, y una vez más, las lágrimas comenzaban a formarse en sus ojos «No hay nada que desee tanto como la muerte en este momento»

«No digas eso...por favor, nunca más digas eso» murmuró Emma, aferrándole el rostro con ambas manos

«David se niega a darme el divorcio, tú estás aquí por que sientes pena por mí. Mi vida se ha transformado en una verdadero infierno, y si tengo que vivir en el infierno, que sea lejos de tus ojos...» dijo, y en lugar de palabras, recibió un beso de la mujer amada.

Una perfecta idiotaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora