Parte sin título 2

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El domingo transcurrió de forma tranquila, en familia, como le gustaba a Cora. Al final de la tarde, al dirigirse a su cuarto, Regina pudo ver a través de la ventana a Emma haciendo ejercicio en la parte de atrás del jardín. Aunque estuviera algo distante, era posible ver de forma clara las perfectas curvas de su cuerpo en forma y bien torneado. Sin darse cuenta, exhaló con fuerza mientras se acercaba un poco más al balcón como si intentara observarla con mayor precisión, sin embargo, en ese mismo instante, retrocedió cuando Zelena entró en su habitación sin ni siquiera llamar a la puerta.

«¿Cuántas veces tendré que repetir que detesto que entren en mi cuarto sin llamar?» preguntó Regina, apartándose del balcón.

«¿Qué estabas haciendo plantada ahí? ¿Estás espiando a la nueva vecina?» preguntó Zelena, en tono guasón

«Déjalo Zelena, y di lo que quieres»

«Ese malhumor es consecuencia de mucho trabajo y poco sexo»

«¡Hablo la voz de la experiencia!»

«¡Esa soy yo! Ahora, hablando en serio...he venido a darte un beso porque mi vuelo sale en dos horas»

«¡Joder! Me olvidé por completo de tu viaje. ¿Quieres que te lleve al aeropuerto?» preguntó Regina, levantándose rápidamente

«No es necesario, hermanita...Será mejor que descanses porque mañana es lunes y la empresa te estará esperando de piernas y brazos abiertos» dijo Zelena divertida como casi siempre «No mueras echándome de menos, solo serán unos días» añadió, dejándole un beso en la cabeza a Regina

«¡Graciosa! Buen viaje, Zelena»

«Gracias, Gina»

En cuanto se despidieron y Zelena se hubo ido, Regina volvió a acercarse al balcón, sin embargo, ya Emma no se encontraba a la vista. Así que se dejó caer en su cama y terminó quedándose dormida, y solo se despertó cuando el ama de llaves le dijo que la cena sería servida en veinte minutos.

«¿Dónde están mis padres?» preguntó Regina, sentándose a la mesa

«Fueron a misa, pequeña»

«Siendo así, no tiene que servir la cena solo para mí. Voy a dar una vuelta» dijo, levantándose enseguida.

Regina condujo por unos minutos sin rumbo. Algo en su cabeza la perturbaba, dejándola inquieta. Una mezcla de impaciencia e insatisfacción se apoderaba de ella, y esos "síntomas" ya los tenía desde hacía un tiempo, según ella comenzaron a aparecer cuando la nombraron presidenta de la empresa de sus padres. Su libertad, prácticamente, ya no existía y aquella vitalidad de antes parecía haberse adormecido y consecuentemente, pocas cosas le daban placer. Fue sacada de sus pensamientos cuando, al mirar por el retrovisor, percibió que había una moto a pocos metros de su coche. Sin pensarlo dos veces, aceleró, al darse cuenta de que el vehículo de dos ruedas venía detrás de ella a una alta velocidad. Temiendo un posible atraco o algo peor, Regina llamó a la policía informando que estaba siendo perseguida por un motorista y que, infelizmente, no podía dar ningún detalle del vehículo, pero que el conductor, por lo que veía llevaba ropa de cuero negra. Después de informar en qué calle estaba, no pasó mucho tiempo hasta que los coches de policía aparecieron y sin previo aviso, le "cerraron" el camino de forma brusca provocando que la moto se desequilibrara y el conductor cayera.

Regina, que ya había detenido su coche, se acercaba a dos agentes, mientras que otros cuatro rodeaban al motorista caído en el suelo, con sus respectivas pistolas apuntando hacia él.

«¡Quédese de rodillas y quítese el caso!» ordenó uno de los agentes

«Puede estar herido...» murmuró Regina

Una perfecta idiotaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora