Parte sin título 3

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«¿Conversar? Puede hablar, señor Gold» dijo Emma

«Emma, lo siento mucho...pero necesito que desocupes este inmueble» dijo él

«¿Cómo? ¿Desocupar el inmueble? Pero, ¿por qué?» preguntó, incrédula

«He recibido algunas quejas y...»

«Ha sido mi madre, ¿no? ¿Lo ha convencido para romper el contrato? Señor Gold...»

«No, Emma. No ha sido tu madre. Han sido los vecinos» confesó «Los vecinos se están quejando del ruido, sobre todo la familia Mills y no puedo salir perjudicado»

«¿Perjudicado en qué? ¡Este es el único inmueble que tiene en este barrio y yo le estoy pagando debidamente! Es más, ¡le he pagado tres meses por adelantado!»

«Y aquí tienes tu dinero» dijo, entregándole un cheque de la cuantía pagada por ella «Lo siento mucho, Emma, pero tendrás que dejar el inmueble mañana al mediodía»

«Está bien...» murmuró

«Si quieres, puedo indicarte...»

«No es necesario. Mañana mismo le devolveré las llaves...ahora si me permite, voy a empezar a recoger las cosas» dicho eso, ella se retiró

En cuanto Gold hubo abandonado el taller, Emma llamó a su viejo amigo y ayudante August, el mismo que junto con ella había montado todo el equipo, ahora haría lo contrario. Aunque su primer encuentro con Regina no hubiese sidio nada agradable, Emma imaginó, especialmente tras aquel pedido de disculpas, que disfrutaría de una relación amistosa con la vecindad, sin embargo, su imaginación se había equivocado.

«¡Dos dólares por tus pensamientos!» dijo August, sentándose a su lado

«¿Pagarías dos dólares por un montón de mierda?»

«¿Por qué estás pensando en mierda?»

«¡Porque mi vida es una mierda!»

«Una mierda que gran parte de la humanidad le gustaría tener como vida. Ahora dime, ¿por qué te han echado? ¿No pagaste el alquiler?»

«Los vecinos han conspirado contra mí»

«Ems, convengamos que...este es un barrio muy pijo para que montes una ruidoso taller»

«¡No es ruidoso! ¡Y si escogí este barrio fue precisamente por eso, porque aquí hay buenos coches!»

«Este tipo de gente suele llevar sus coches a centros homologaos, en fin, tú ni necesitas esto. ¿Por qué insistes en toda esto?»

«Te estás pareciendo a mi madre»

«Es que no me entra en la cabeza...tu madre es riquísima, tus hermanos disfrutan de todo y tú aquí, ensuciándote las manos de grasa»

«Independientemente de que sea aquí o en los hoteles de mi madre, tendría que trabajar igualmente para conseguir dinero. Así que prefiero trabajar en lo que me gusta»

«Cuando se te mete una idea en la cabeza...»

«¿Sabes? ¡Me he cansado de esta charla! Vamos a trabajar porque tendré que entregar el inmueble mañana mismo»

Codo con codo con August, Emma se pasó el resto del día recogiendo las herramientas y equipo de su taller. Ya pasaban de las seis cuando finalmente acabaron, pero optaron por hacer la mudanza de madrugada.

Cuando Regina llegó a su casa, aunque le había extrañado el movimiento frente al taller, no le dio tanta importancia a aquel hecho, el día había sido cansado y todo lo que necesitaba en aquel momento era un baño y su cama suave y blandita. Tras la cena, Regina se dirigió al despacho para tratar algunos asuntos relacionados con los nuevos contratos de la compañía de Henry, su padre, y solo alrededor de las once de la noche subió a su cuarto. Antes de echarse en la cama, Regina se acercó al balcón, y retrocedió cuando divisó las luces de la casa de al lado apagadas. Imaginó que seguramente Emma ya dormía, y de esa forma, decidió hacer lo mismo.

Una perfecta idiotaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora