Capitulo 22

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Capitulo 22

Vértigo y desorientación. Eso es lo que se siente mientras caes. Esa necesidad angustiante de intentar volver atrás. Ese deseo de que el tiempo retroceda, o simplemente se detenga. Esa vaga impresión de que no es real y en realidad no caes, de que es solo un sueño del que despertarás agitado. La velocidad en el cuerpo, que mientras caes se vuelve más pesado. El viento envolviéndote, el agua a la espera de atraparte, el temor acechando en tu cabeza. La garganta ardiente, deseosa de soltar un gran grito, que no llega a salir de tus labios.Verdadero pánico e intranquilidad, la certeza de que no volverás a salir cuando caigas. Y todo eso, en apenas unos segundos, lo que tardas en caer. Caes en la cuenta de que no es el tiempo lo que se detiene, sino tu respiración intentando acostumbrarte a la futura sensación e intentando no pensar en que no vas a volver a respirar, que puede que sea la última bocanada de aire que des. Todo pasa demasiado rápido y demasiado lento a la vez, y la impotencia se apodera de ti cuando ves que no vas a poder evitarlo. En menos de un segundo, una parte de ti toma una decisión. Si vas a caer, si vas a morir, hazlo bien, conserva el orgullo en ese último segundo. Y ahí es cuando sin darte cuenta, tu cuerpo está del revés y tienes los brazos extendidos al frente, lanzándote al problema de cabeza. Entonces impactas contra el agua. Después del golpe no escuchas ningún sonido, tu cuerpo se estremece y aunque lo único que sientes antes de que todo pierda el color es un tremendo dolor, sabes que lo has hecho bien y no puedes arrepentirte. Y yo no puedo hacerlo.

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Poco a poco, esa sensación de angustia que sientes cuando te despiertas de una siesta que no querías hacer, pero treinta veces más agobiante, me llena. No soy capaz de pensar en nada que no sea el sabor asqueroso que tengo en la boca. Que se marche. Necesito agua, agua. Muévete, estúpido cuerpo, y ve a por agua. Pero soy incapaz de moverme, y tampoco puedo abrir los ojos. La realidad cae sobre mi como una losa sobre la cabeza.

Estoy viva.

¿Estamos vivas?

Lou, sigues ahí.

Sí, Leah.

Estamos vivas. Joder, estamos vivas.

U-un momento. ¿Cómo es que estamos vivas. No lo entiendo. No puede ser. Intento respirar de nuevo, y descubro que ya lo estaba haciendo, inconscientemente. Tenemos que estar vivas. No, no, no lo entiendo.

No lo entiendo.

Leah.

NO LO ENTIENDO.

Cálmate, Leah.

Noto como Lou consigue calmarme y tranquilizarme. Empiezo a ser consciente de que estaba temblando, y dejo de hacerlo.

Bien, ahora vamos a abrir los ojos. ¿Podrás?

Susurro un pequeño sí, y hago un gran esfuerzo para abrir los ojos. Me duelen terriblemente y me escuecen. Consigo abrirlos un poco, y la completa oscuridad se convierte en una oscuridad más atenuada, cosa que agradezco con lo que me duelen los ojos. Parpadeo un poco para acostumbrarme y aunque está oscuro y veo algo borroso, empiezo a analizar como estoy y dónde me encuentro. Mis ojos parece que no tienen nada, excepto la herida de los conejos. Pruebo a ver si escucho algo, pero lo único que escucho es el sonido de las olas. Mi nariz también escuece y noto el olor de la sal que quema. Intento incorporarme, pero me duele mucho el torso y no puedo hacerlo. Sin embargo, sí puedo mover las manos. Toco con la yema de los dedos la superficie sobre la que estoy tumbada. Arena mojada. Sigo tocando y también hay piedra mojada. Y al final de la piedra, agua. Retiro la mano y me toco la cabeza, que me pesa mucho. ¿Qué es eso? ¿Una venda? ¿Alguien me ha salvado? Quién haría algo así. Vuelvo a intentar incorporarme y esta vez hago un esfuerzo enorme por aguantar el dolor y me arrastro como puedo hacia atrás. Por suerte, cerca hay una pared de piedra y me apoyo en ella. La cabeza me da vueltas y siento que vuelvo a caer. Me dan náuseas y no puedo evitar vomitar.

Con la fuerza de una pantera (Los juegos del hambre)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora