Capítulo 1

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El canto de los pájaros me indicó que ya estaba por caer la noche, así que cerré las ventanas de la casa y encendí el faro del jardín para no sentirme tan solo. Llevaba habitando la casa de campo por más de dos semanas y aún no podía acostumbrarme del todo a estar allí. La esencia de Paul estaba plasmada en todas partes y eso era terriblemente doloroso para mí; su ausencia, incrustada en cada uno de mis tormentosos suspiros, me estaba consumiendo por dentro. Habían pasado ya diez años desde su partida y comenzaba a creer que sería imposible superarlo alguna vez. Paul fue el mejor hombre que conocí, y por supuesto, el amor de mi vida.

¿Qué habría pasado si mi niño hermoso no hubiera sido atacado por el cáncer? Lamentablemente jamás lo sabría; el dolor era más real que nunca y eso pesaba en mi alma.

Agotado de ver por la ventana todo el día, como solía hacerlo desde el primer día en que llegué, decidí mejor ir a la cama a descansar. A pesar de tener algo de comida en la alacena no tenía hambre y quizás tampoco la tendría al día siguiente.

Abrí las frías sábanas de la cama de mi nueva habitación y me deslicé dentro de ellas para desconectarme de la realidad.

Y así fue.

***

—George... Ringo... Brian... —conté por vigésima vez en voz alta las cartas que Paul había escondido en la pared— Martin... Mike... James... —todos los nombres anteriores eran para mí muy familiares, sin embargo siempre al ver la última carta fruncía el ceño —¿Jack Evans? ¿Quién será ese?

No lograba recordar a ese tal Jack Evans en la vida de Paul. No era un familiar, ni tampoco un amigo... ¿Entonces quién diablos era?

El chillido de la tetera que había puesto en la estufa me sacó de mis pensamientos y corrí inmediatamente a apagar la lumbre; saqué una taza del mueble de la cocina y me serví un poco de té para empezar "bien" la mañana. Mientras bebía, observé las cartas con ansiedad. Me había resistido a no abrir ninguna, pero no sabía si aguantaría por más tiempo.

La curiosidad me estaba matando poco a poco, así que dejé de un lado la taza y tomé la carta que estaba más cerca de mí.

"Richard Starkey"

Oh el buen Ringo.

¿Qué habría sido de él? ¿Seguiría pensando de vez en cuando en lo grandes que llegamos a ser como banda? ¿Extrañaría a The Beatles?

Tomé un extremo de la carta y la rasgué un poco, pero cuando iba a abrirla por completo, me detuve. Paul era muy especial respecto a desobedecer sus reglas y claramente me lo había advertido en la carta; debía buscar a cada dueño de los sobres y escuchar por mi propia cuenta de qué se trataba.

Maldición.

Avergonzado de mí mismo, solté el sobre y recargué los codos en la mesa. Una parte de mí quería saber ya que decía cada carta, pero a la vez también tenía miedo. Siempre fui un cobarde, un asqueroso cobarde, y no saben cuanto me arrepentía de eso.

Gemí frustrado por no poder encontrar una solución al problema y mejor salí al jardín a tomar un poco de aire fresco. Necesitaba distraer mi mente de tantos líos y encontrar así la forma de poder dar fin a todo ese asunto que me carcomía el alma, sin embargo sabía que para poder dar fin a todo eso sólo tenía que entregar las cartas.

El Viaje De John [McLennon]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora