—Vamos, pequeña —le dije a Martha cuando por fin cerré la puerta de la casa; aventé el directorio a un lado de la escalera y me quité el abrigo.
Martha comenzó a correr en el pequeño espacio de la entrada y luego me brincó en las rodillas, exigiendo que la cargara nuevamente. Sin resistirme, obedecí y la tomé en brazos, llevándola hasta el sofá. Era muy pequeña... era la compañía perfecta para un pobre hombre desolado.
Me senté a su lado y en seguida me saltó a las piernas. Era muy inquieta... muy distinto a lo que había pensado cuando la vi en la jaula. A pesar de que me había vuelto un poco gruñón durante esos años, el ver a Martha mover la cola y brincarme en el pecho no me molestaba, me hacía sentir bien.
—¿Tienes hambre? —le pregunté acariciándole las orejas, ella ladró y luego se echó en mi regazo. Comenzaba a enamorarme de ella.
Claro, sanamente.
Antes de levantarme eché la cabeza para atrás en el sofá y cerré los ojos, descansando un poco. Mientras le acariciaba la cabeza, pensaba en qué hacer en esa ciudad. Si no lograba encontrar a los chicos no tendría caso seguir allí. Sólo restarían Martin y ese tal... ¿cómo se llamaba?
Ah, sí. Jack.
Paul me la había dejado un poco difícil. Bueno, en realidad era culpa mía porque había tardado 10 años en encontrar las dichosas cartas detrás de la pared, pero aún así el futuro de las personas era incierto. Un día podían estar en un sitio, otro largarse de ahí o simplemente morir y darle fin a todo.
Martha lamió una de mis manos y comprendí que ya quería comer.
—Ya voy, pequeña.
La hice a un lado del sofá y fui a la cocina. No tenía alimento para perro, así que abrí una lata de verduras que había llevado conmigo y las puse a coser. En seguida el olor hizo que mi estómago gruñera y opté por compartir comida con Martha. Al día siguiente a primera hora compraría su alimento sin falta.
***
Llevaba dos "George Harrison" encontrados en el directorio.
Después de que me hube levantado y aseado, fui a comprar algunas cosas al mercado para Martha y para mí. Una vez en casa, retomé la tarea de buscar en el directorio a George. Realmente me sentía más animado porque ya había encontrado dos posibles resultados, además, sólo me faltaba revisar dos hojas más de esa letra.
Miré ansioso cada línea del directorio restante y pronto acabé, quedándome con aquellos dos nombres solamente. Los había anotado en una hoja aparte para continuar buscando con más comodidad, así que tomé la hoja y me levanté. Como no había servicio de teléfono en la casa ya que las ratas se habían comido el cable que creaba la comunicación, decidí que iría a una cabina telefónica para realizar las llamadas. Fui por la correa de Martha que había comprado en oferta en un refugio para perros y se la puse para salir. No usaría mi auto, pues no era necesario. La cabina telefónica más cercana no estaba a más de tres cuadras de la casa.
Salí de mi hogar temporal y aseguré la puerta, comenzando después a caminar. Martha estaba feliz de salir a pasear por primera vez conmigo, pues movía la cola de un lado para otro.
Pronto llegué a la cabina roja de Hollybank Road y saqué algunas monedas del bolsillo de mi pantalón, junto con la hoja que contenía los teléfonos; metí a Martha conmigo para cuidarla y descolgué la bocina, comenzando a marcar el primer número de la lista. El tono de llamada sonó un par de veces hasta que alguien contestó.
—¿Hola?
—Buenos días—respondí un poco nervioso —¿Se encuentra George?
—Él habla.
Fruncí el ceño, pues la voz sonaba de alguien ya mayor.
—Disculpe... creo que... creo que me he equivocado —dije atropelladamente y colgué.
Resoplé decepcionado por el resultado y miré el segundo número. Era mi última oportunidad. Marqué con mano temblorosa cada dígito y aguardé. Ésta vez el teléfono sólo sonó dos veces.
—¿Sí?
Contuve la respiración. Era la voz de un niño.
—Buen día, ¿se encuentra George Harrison?
—No.
—¿No?
—No.
—¿Pero sí vive ahí? —pregunté algo impaciente, pues el niño dejaba grandes silencios.
—Yo soy George Harrison.
—Niño deja de jugar. ¡Es algo urgente! —le grité irritado —¿Vive ahí sí o no?
—¡Yo soy George Robinson!
—Agh... —me rasqué el puente de la nariz —Eres un...
—¡Dhani! ¿Jugando otra vez con el teléfono? —escuché que dijo una voz —Dame eso, chico tonto. ¿Hola?
Me quedé mudo un momento.
—¿Hay alguien ahí? —preguntó nuevamente pero yo permanecí callado —Debe ser número equivocado.
Cuando estaba por colgar reaccioné y me apresuré a hablar.
—¡Hola! —grité apenado.
—Ah, ¿sí?
—¿Ahí vive George Harrison?
—Sí, soy yo. ¿En qué puedo ayudarlo?
—¿George Harold Harrison?
—Sí... ¿Quién habla? —me preguntó con tono un tanto desconfiado.
—Esto es una locura...
—¿Qué?
—Soy John.
Hubo un largo silencio. Temí que la llamada se hubiera desviado o algo por el estilo, pero él habló.
—¿Qué John?
—John Lennon.
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El Viaje De John [McLennon]
FanfictionJohn Lennon, un hombre que sepultó al amor de su vida cuando tan sólo tenía 24 años de edad, decide después de una década completa visitar la tumba que tanto pavor le ocasionaba: La tumba de su querido Paul McCartney. John pensaba que sólo iría a ll...