Capítulo 18

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No hablaré más de lo que pasó aquél día. Sólo diré que George volvió a casa y se llevó a Martha pues según él estaba mentalmente inestable para hacerme cargo de alguien más. Me dolió separarme de ella, pero en cierto punto fue mejor así. George también quiso llevarme con él para olvidar todo lo que había pasado en esa tormenta, pero me negué rotundamente. Quería estar solo, donde ya nadie se encargara de recordarme lo terrible que era mi vida.

La tumba de Paul fue acomodada nuevamente por las manos de George a pesar de estar en shock y yo me encerré en la casa. Pronto amaneció y un rayo de sol iluminó la colina a lo lejos, la cual observé con una sonrisa irónica pues no había conciliado el sueño en toda la noche. Una vez escuché a alguien decir que después de la tormenta venía la calma, pero no estaba seguro de ello, no cuando la tormenta se había quedado permanentemente a vivir dentro de mí.

Los años pasaron y yo cada vez me hice más viejo... más solitario. Todos los días depositaba una rosa en la tumba de Paul y me quedaba sumido en los recuerdos gratos que habíamos vivido juntos. Ese era mi nuevo estilo de vida.

Me gustaba.

Una noche me metí bajo la cama y por primera vez no pensé en Paul antes de caer en un sueño profundo. Era como si no fuera necesario... como si algo que había esperado muchos años por mí estuviera en su momento de mostrarse.

En fin, solamente cerré los ojos y caí en rendido en los brazos de Morfeo.

***

El centeno se mecía, haciéndome cosquillas en las palmas de mis manos. Cada vez estaba más alto y eso me agradaba. Caminé sobre él, disfrutando del crujir de este bajo mis pies y alcé la mirada hacia el cielo. No había nubes, sólo un Sol cálido y resplandeciente. Protegí mis ojos con la ayuda de mi mano y sonreí, disfrutando de la agradable sensación de calor que me brindaba el Sol. Desconocía  la fecha y la hora, pero de lo que sí estaba seguro era de que me encontraba muy feliz.

—¡John! ¡Ven rápido!

Curioso por aquél grito tan desesperado, me apresuré a subir por la colina, que era de donde provenía el grito demandante.

—¡John!

Sofocado por el calor que ahora me resultaba un poco insoportable, subí hasta la cima y admiré el centeno que adornaba los alrededores de la cabaña.

—Oh aquí estás...

Me giré al escuchar aquella voz más cerca y sonreí encandilado.

—¿Por qué tanta urgencia? —pregunté atrapándolo entre mis brazos mientras este soltaba pequeñas risitas, como si de un niño se tratase.

—Porque el día es precioso y el tiempo apremia. —me respondió Paul tomándome de la mano. —¿No es maravilloso? De un lado abunda el centeno y del otro todo tipo de flores.

—Lo es, jamás había visto algo así. —respondí caminando con él por la amplia colina. —Somos afortunados de tener un jardín así.

—Tienes razón... y es sólo nuestro.

Paul se giró y me miró con sus preciosos ojos, pronto su mano acarició mi mejilla y sonreí al notar que sus dedos pasaban libremente sobre esta. No había rastro de arrugas ni de barba mal afeitada. Nuevamente volvía a ser ese chico de 25 años que disfrutaba de un cálido día en compañía de su novio.

El Viaje De John [McLennon]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora