A primera hora de la mañana fui a buscar un directorio de la ciudad, esperanzado de que mis amigos no se hubieran ido a vivir fuera de Liverpool. Era nuestro hogar, así que confiaba en que Ringo y George no hubieran cambiado de idea.Puse a calentar un poco de agua en un recipiente que encontré en la alacena y saqué dos bolsas de té que había llevado conmigo cuando decidí hacer el viaje. Sabía que la búsqueda sería algo complicada, pero no por eso imposible. Una vez que el té estuvo listo, lo serví en una taza pequeña y me senté en la sala de estar, colocando el directorio en la mesa de centro. Entonces, fui directamente a la letra G para comenzar a buscar y, ajustándome las gafas, me di ánimos para leer con calma cada una de las páginas del directorio.
George Parkinson.
George Feenegan.
George Dankworth.
George Reynolds.
George...
George...
George...Y fue así como continué por cuatro horas, con cientos de George's en la maldita lista del directorio. No podía comprender porque toda la gente decidía ponerle George a sus hijos, quizás no tenía nada de malo, pero para mí en esos momentos era frustrante. Además, el directorio no los tenía por orden alfabético en el apellido, así que era más problema.
La idea parecía no funcionar, me estaba rindiendo.
—¡Ah, carajo! —grité frustrado mientras echaba la cabeza hacia atrás, resoplando con fastidio. Nada me estaba saliendo bien, nada en mi vida marchaba bien.
Cansado ya de tanto perder el tiempo, decidí ir al baño a mojarme el rostro. El baño de la planta baja estaba fallando por la falta de mantenimiento, así que acudí al del primer piso. Tampoco estaba tan bien, pero al menos después de batallar con él, había logrado que sirviera para bañarme y todo eso. Subí por las escaleras dando zancadas y, cuando estaba por girar el picaporte de la carcomida puerta, me detuve. Poco a poco giré el rostro a la puerta contigua, sintiéndome agitado, y pronto posé mi vista en aquella puerta.
En sus buenos tiempos, aquella habitación había sido de Paul.
Sintiéndome hechizado, solté el picaporte del baño y me acerqué con lentitud a la habitación. La puerta no estaba tan mal como la del baño, lo único distinto que tenía era que la madera se había opacado. Puse una de mis manos en la fría superficie y suspiré, respirando la humedad que emanaba de ahí. Cuando había llegado a la casa no había abierto ninguna habitación, pues tenía miedo de terminar asfixiado en los recuerdos, pero ahora que por fin le prestaba atención a esa habitación, necesitaba entrar.
Giré el picaporte con ansiedad, pero me desilusioné al ver que estaba cerrado con llave. Rápidamente bajé por las escaleras, tomé una de las velas que guardaba en la cocina y la encendí, esperanzado de que en el sótano hubiera algo que me permitiera abrir la puerta. Cuando bajé al sótano en seguida comencé a toser por el polvo, pero eso no me detuvo; miré el sinfín de cajas que había por doquier y comencé a esculcarlas sin cuidado.
Me llevó alrededor de 20 minutos encontrar unas pinzas y un desarmador.
Corrí de regreso a la habitación de Paul e introduje el desarmador en la ranura de la chapa de la puerta. Sin cuidado comencé a jalar, ayudándome de vez en cuando con las pinzas para generar más presión. Continué jalando sin parar, hasta que pude romper la cerradura.
La puerta hizo un sonido chirriante cuando se abrió, causándome escalofríos. Poco a poco fui introduciéndome en la habitación, sintiendo como el corazón me latía con una fuerza impresionante.Todo estaba en penumbra.
Fui hacia las cortinas que estaban cerradas y las abrí de un jalón, viendo como una capa de polvo escapaba de la tela, haciendo un contraste perfecto con la luz del Sol. Y entonces me giré, sintiendo los recuerdos sobre mi cuerpo. Miré la cama, perfectamente tendida, señal de que no había sido tocada en los últimos tiempos; miré el escritorio que Paul solía usar para escribir canciones, totalmente vacío; su gran armario de puertas dobles; el librero que tanto se había empeñado en tener pero que no cuadraba muy bien con su habitación y un espejo de cuerpo completo. Todo estaba tal cual lo recordaba, pero solamente le hacía falta algo.
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El Viaje De John [McLennon]
FanfictionJohn Lennon, un hombre que sepultó al amor de su vida cuando tan sólo tenía 24 años de edad, decide después de una década completa visitar la tumba que tanto pavor le ocasionaba: La tumba de su querido Paul McCartney. John pensaba que sólo iría a ll...