Capítulo 12

816 136 66
                                    


Mentiría diciendo que no me habría sentido decepcionado si George no hubiera acudido a la casa Beatle al día siguiente. Yo sabía que era un chico listo y que no era necesario explicarle con peras y manzanas que estaba hospedándome allí, así que cuando tocó a mi puerta a eso de las nueve de la mañana no pude más que sonreír y recibirlo con un gran abrazo.

Hablamos de cosas triviales casi hasta la hora del almuerzo, pero jamás tocamos el tema de Paul en ningún momento. Me sentía agradecido por ello, pues recordar en esas circunstancias a veces no era bueno.

Para comer acudimos a un pequeño restaurante cerca del muelle donde preparaban un delicioso pescado frito con ensalada y toda la cosa. George invitó y yo no me negué debido a mi situación económica, sin embargo la cuenta se infló gracias a su gran apetito de siempre. El ruido de los barcos a lo lejos hacían un ambiente familiar y cálido, tal y como cuando apenas éramos unos adolescentes y acudíamos al muelle a filosofar un poco.

O a tomar.

Realmente fue grato hablar con alguien conocido después de tanto tiempo; George era de esas personas que no incomodaban al hablar, pues a veces sólo se dedicaba a escuchar y a soltar un comentario bobo o incluso divertido.

—Creo que voy a estallar. —dijo después de comer el último pedazo de filete asado. —Aunque sé que en estos momentos Olivia debe estar preparando ya la cena. Le gusta empezar temprano. Por cierto... —limpió las comisuras de sus labios y se acomodó en su silla. —Ven a cenar con nosotros esta noche.

—No creo que sea buena idea. —comenté tranquilo mientras miraba por el ventanal que daba al puerto. —Aún tengo mucho por hacer.

—Si hablas de limpiar la casa no te creo, pues yo la veo muy reluciente.

—¿Limpiar? ¿Acaso eso es sarcasmo, George?

Y en efecto lo era y yo lo sabía. Limpie aquella vez la casa sólo para poder hacerla un poco habitable, pero no pensaba hacerlo de nuevo.

—Entonces ven a cenar. Olivia quiere conocerte más, incluso Dhani.

—No estoy listo aún, además sólo estoy de paso por aquí. —mentí. — Vine por unos pendientes.

—¿Qué clase de pendientes? Si es por lo de las cartas yo puedo ayudarte. —me respondió pues ya estaba al tanto de mi estadía en aquel lugar. Además era evidente. — Te dije que también quiero encontrar a Ringo.

—No es fácil, a ti te encontré de pura suerte.

Callamos un momento al ver que la mesera se acercaba para levantar los platos y a dejar la cuenta también.

—Déjame ayudarte, quiero saber qué pasó con él. —insistió casi afligido y yo sonreí. —Anda, John.

—¿Y si tenemos que viajar? Por mi no hay problema. Estoy solo, pero tú tienes una familia.

—Olivia entenderá, son cosas que también me conciernen y no puedo quedarme con los brazos cruzados. Es una buena mujer, es fuerte y no se morirá por mi ausencia sólo por algunos días.

George parecía tan seguro de sí mismo que me hizo dudar un poco en si dejarlo o no. Me gustaba estar solo, pues así podía actuar como se me diera la gana, pero con George cerca sabía que mi temperamento se haría más inestable. Uno olvida a convivir con alguien cuando es olvidado por el resto del mundo.

Bueno, George no era el resto del mundo, pero no quería que perdiera el tiempo conmigo cuando tenía personas que cuidar.

—¡John!

—No lo sé... estoy pensando.

—¿Cuántas cartas te faltan?

—Creí que sólo querías encontrar a Ringo.

—Sí... en parte. — George se mordió el interior de la mejilla y pronto sonrió. —Pero también quiero ayudarte. Te extrañé, John. Y sé que necesitas apoyo.

—¿Te crees lo suficiente para ser mi apoyo?

—Sí.

—Qué arrogante... —bromeé y él rió bajito. — Ya no soy el mismo, George.

—Yo te sigo viendo igual.

—Me refiero a que aquél John que conociste ya no existe. Sólo quedan recuerdos de él, ahora soy distinto. No quiero que desperdicies el tiempo conmigo. Tienes una familia maravillosa, ¿por qué quieres estar conmigo?

—Porque eres mi amigo.

Despegué la mirada del ventanal y lo miré a los ojos sorprendido. Había sonado tan sincero. No era que pensara que George sólo fuera mi antiguo compañero de banda pues yo también lo consideraba mi amigo aún después de haberme desaparecido, sin embargo aquél tono que había empleado me hizo sentir diferente.

—Bueno, también eres mi amigo.— dije cuando me percaté de que me había quedado mudo por la impresión.

—Entonces déjame ayudarte.

—¿No te cansas de insistir?

—No, tampoco me canso de comer.

—Bueno, eso es evidente.

George me sonrió sabiendo que había ganado y mejor sacó unos cuantos billetes de sus bolsillos para pagar la cuenta.

~°~°~°~°~

—Vaya, hasta directorio y toda la cosa.

Miré a George de reojo, quien estaba entretenido leyendo unos papeles que reposaban sobre la chimenea y yo continué buscando el teléfono de Ringo. Podía ser que lo encontrara con un golpe de suerte, ¿no?

—El número no va a aparecer por sí solo.

—Tienes razón. — George se alejó de la chimenea y se sentó a mi lado para ayudarme. —Por cierto, tu perra es adorable.

—Lo sé, ya la amo. —sonreí al pensar en Martha y continué en mi labor.

—Una raza interesante. A Paul le gustaban mucho, una vez me lo dijo. — al darse cuenta de lo que había dicho, George se tensó y me dedicó una mirada nerviosa. Por un momento yo dejé de hojear el directorio y sentí mi corazón latir unos segundos más rápido, pero decidí hacer como si no me afectara.

—Bueno, a Paul le gustaba casi todo.— respondí tranquilo, felicitándome por mi autocontrol.

George exhaló ya no tan nervioso y se puso a leer conmigo.

—¿Y si descansamos? Casi es hora de la cena y Olivia debe estar esperándonos.

—¿Esperándonos? Querrás decir que te está esperando.

—Prometiste ir a cenar.

—No lo hice, ni siquiera respondí a eso.

—Pues no me importa, vamos.

George se levantó y fue por su suéter que había dejado sobre el respaldo del sofá de enfrente. Sabiendo que no iba a poder escapar, cerré el directorio y lo seguí, tomando las llaves del auto.

—Vayamos a pie, no estamos tan lejos.— me dijo George sonriente y no protesté más.

—¿Qué preparó Olivia?

—Siempre me sorprende, así que es un misterio.

—Igual, fuese lo que fuese te lo comerías de sopetón. — dije burlón mientras salíamos de la casa.

—¿Me estás diciendo gordo?

—Sí, aunque no lo parezcas.

—Pues tengo suerte por ello.

Y sin más, caminamos a la casa de mi amigo mientras Martha nos observaba con la cabeza ladeada a través de la ventana del comedor.

El Viaje De John [McLennon]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora