Capítulo 23.

1K 207 24
                                    

Fernanda se cruzó de brazos inconforme con la respuesta de su hermano. Extrañaba a ese niño que se emocionaba cuando mencionaban alguna ida al zoológico o Disneyland.

—¿En dónde está ese hermano aventurero y divertido de hace algunos años?—Dijo un tanto decepcionada y molesta.

—¿Cuántos años crees que tengo, Fernanda? ¿13?—Rodó los ojos soltando un bufido.—Creo que tanto tú como yo tenemos la edad suficiente como darnos cuenta que viajar ya no es la gran cosa.

La mayor se sintió ofendida. Apretó sus manos sin decir nada y sólo le dedicó una mirada amenazante.

—¿Y quién te dijo que necesitas ser un adolescente para sentir la emoción de conocer el mundo? A veces no te entiendo, Jos.—Le admitió.—Un día arreglas tus maletas para irte a India, y al otro, la echas por la ventana. ¿Estás seguro que estás bien?

Jos tampoco entendía sus cambios de humor tan repentinos y ciertas actitudes de él.
Se comportaba como un niño cuando quería, sentía como un adolescente y, de repente, se ponía en el papel de la persona más centrada y amargada de la tierra.

—¿O sea que me estás obligando a viajar contigo?

—Con nosotras.—Remarcó.

—Fernanda, mira, no sé muy bien a qué va tu rollo, pero no. Tengo todo aquí en Estados Unidos, no hay nada que me interese después de aquí. ¿No ves que todo lo que quieres conocer está aquí?

—¿Y si allá es donde está todo lo que TÚ quieres?

—No necesito nada, estoy perfectamente bien.—Dice él en su papel.

—¿No necesitas nada, Jos? ¿Estás seguro de eso?—Pregunto para hacerlo razonar.

Los dos guardaron silencio.

—Necesitas amor, Jos. No me vengas con eso de que estás perfectamente bien, porque estás hecho una mierda. Estás vacío, estás desesperado. Quieres sentir, quieres que alguien sienta por ti, y vives esperando a que no sé qué santo te de la oportunidad de amar sin que tú tengas que buscar el amor.—Lo enfrentó la valiente mujer.

Jos se cuestionó si lo que decía su hermana era verdad. ¿Era eso lo que lo tenía de tan malas siempre? ¿Era eso por lo que no podía encontrar amigos? ¿En verdad estaba necesitando de alguien?

—La persona que quise ya no está aquí, y me estoy cansando de hacerme falsas ilusiones de que volveré a tenerla.—La calló Jos. Quizá sí estaba un poco desilusionado con el tema amoroso.

—¿Y por qué no lo buscas? Sé a quién te refieres, Jos, y déjame decirte que ahí con esa actitud de viejito amargado no lo vas a encontrar nunca.—Lo animó.

—No lo sé... Resulta tan difícil buscarlo. Es más complicado de lo que imaginas.—Habla cabizbajo y con un tono más suave.

—No seas tan aguafiestas. Te ha buscado. ¿Por quién más dormirías en la sala esperando una llamada?—Rió como si fuera la cosa más obvia del mundo—No tolero a los gays, y lo sabes—Jos la miró mal—, pero eres mi hermanito, y si tengo que aguantar ver cómo te toqueteas y te besas con un hombre con tal de que seas feliz, lo voy a aceptar.—Jos sonrió después de varias semanas.

—¿Y si no funciona?

—Habla con Alonso, Jos. Quizá en nuestro viaje pueda integrarse otro turista, y sirve que me cuentan cómo fue que no tuvieron comunicación en tanto tiempo.

Jos seguía creyendo que era mala idea viajar. Era obvio que quería encontrar a Alonso, pero sentía miedo de que al final las cosas entre él y Alonso no resultaran y no haya valido la pena cada maldito tiempo, dinero y vida gastado.

El teléfono sonó y Jos sonrió como un imbécil.

—¿Crees que yo deba...?

—¿Contestar? Hasta la pregunta ofende, tonto.—Le sonrió su hermana.

Tomó valor y fue a levantar el teléfono.

—¿Hola?—Habló con nerviosismo.

—Creí que nunca volvería a escucharte.—Respondió su dulce voz al otro lado de la línea.

Jos mordió su labio inferior con entusiasmo, y su corazón latía tan fuerte que podía jurar que todos en la colonia podían escucharlo.

Jos se regañó por haber considerado en no volver a saber de él.

—Carajo, te extrañé.

—No sabes cuánto esperé por oírte decir eso, Jos. He estado pensando mucho en ti.

—¿Cómo estás? ¿Las cosas van bien?—Le preguntó con preocupación.

—Todo está igual, pero sé con certeza que si tú estuvieras aquí, incluso en medio del caos, yo podría responder sin ningún tipo de duda que estoy de maravilla.

Jos quería en ese preciso momento colgar el teléfono y tomar el primer vuelo a donde estaba su chico.
Daría todo por ver su rostro, besarlo como la primera vez que lo hizo, y sobre todo, no soltarlo jamás.

No quería dejarlo ir, porque aunque Jos consideró el echo de buscar otros ojos, otros colores, otros olores, siempre terminaba en el mismo punto en donde había comenzado: Extrañándolo.
No podía dejar de asociar a Alonso con cada maldita cosa que se le cruzara, con cada cachito de felicidad que tuviera en su vida.
No podía dejar de desacostumbrarse a él, que cuando alguien le preguntara que cuál era su color favorito, dejara de decir por qué era el de sus ojos. No podía dejar de repetirse a sí mismo que quería a Alonso con todos sus defectos, y que con él haría hasta las cosas que nunca pensó hacer; Porque él destapaba lo mejor de él, porque desde el día que él llegó, le mostró hasta eso de sí que aún no conocía.

—Tengo tanto que contarte...—Sonrió Jos.

—¿Bueno o malo?

—¿Tenerte conmigo es bueno o malo?

—¡Es maravilloso!

—Bueno, entonces hoy te voy a contar cosas maravillosas.

Me enamoré de un maniquí||Jalonso Villalnela.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora