Parte 3.

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Jos estaba convencido de que su modelo estaba acostado en el suelo y no recargado en la pared. Dudaba sobre la situación, pero decidió dejarla a un lado.

—Muy bien, muchacho.—Lo cargó y recostó en el suelo.—Quizá mañana continúe contigo. Todos merecen verte, eres increíble.

Jos cerró almacén y por último la tienda. Pidió un uber para llegar a casa. Había sido un largo día.

Día siguiente.

Jos entró contento al local saludando a sus compañeros y clientes. Se registró y puso su gafete.

—¡Jos!—Exclama Julián alegremente cuando lo ve.

—Hola, ¿Qué tal tu mamá?—Pregunta Jos.

—Bien, muchísimas gracias. Nada grave. Una pequeña crisis.

—Me alegra muchísimo.—Sonríe el menor.

—Oye, amigo.—Lo llama—. Anoche te volaste con los maniquíes. Me hubiera gustado que los hubieras puesto a todos en el aparador, pero el que pusiste resalta y está increíble. ¿Cómo eres tan creativo con el vestuario?

Jos lo miró con extrañeza.

—¿A qué te refieres?—Cuestiona.

—Al maniquí, hombre. El pelirrojo. Los clientes lo adoran.—Sonríe satisfecho y Jos sólo forzó una sonrisa.

—Repito: ¿A qué te refieres?—Pregunta con interés.

—Tú vestiste al maniquí. Se ve increíble.

—Vestí a varios, pero a ninguno lo puse en el aparador.

—El de los ojos azules está ahí. Demonios, Jos. Nadie estuvo aquí por la noche más que tú y yo. Yo no lo puse, fuiste tú. Y ahora, tengo que doblar algunos pantalones, con permiso.—Empuja a Jos hacia un lado y sigue su camino.

El pelinegro ladeó su cabeza. Salió de la tienda y fue a ver el aparador en donde se encontraban los maniquíes. Efectivamente Santiago estaba ahí. Estaba vistiendo ropa de temporada y posaba llamativo para los clientes.
Jos al verlo sintió una oleada de escalofríos y miedo. Algo no andaba bien con ese maniquí.

—Hoy luces muy bien, Santiago. No sé cómo fue que llegaste aquí, pero sea como sea, estás increíble.—Murmuró en voz baja y volvió a entrar.

Toda la tarde, Jos no le había quitado la mirada al maniquí. No entendía cómo era que había llegado hasta ahí. Sólo estaba ahí, y algo en él le llamaba la atención.
Preguntó a el gerente y a sus demás compañeros, pero nadie sabía el por qué el paradero del maniquí.

Se hicieron las ocho de la noche y Jos decidió quedarse de nuevo para ayudar. Estaba cansado. Era viernes de quincena y había mucho trabajo en el local.

Tomó una camisa que le había llamado la atención y la miró en el espejo.

—¿No prefieres una rosa?—Preguntó una voz. Jos se sobresaltó y miró al propietario de la voz. Sus ojos se abrieron por completo al ver a Santiago en frente de él. Se tiró al suelo y retrocedió en él con miedo.

—Cálmate, Jos. Sólo estás soñando. Sólo cierra los ojos y desaparecerá.—Jos cerró los ojos con fuerza y Santiago rió.

—Oye, ¿Tomas algún tipo de medicamento?—Decía con burla.

—Tú... No puedes ser real.—Él lo miraba con desesperación.

—¿En serio no tomas ningún medicamento? Porque deberías.

—Eres... Un maniquí. No puedes hablar, ni moverte. Tú no tienes vida.—Decía Jos con temor.

—Soy Alonso, un gusto.—Sonreía el muchacho.—¿Sabes? Tengo hambre. No recuerdo cuándo fue la última vez que comí algo. Con razón me quedan tan bien estos pantalones de esta talla. ¿Tú qué opinas?—Examinaba Alonso su cuerpo en el espejo.

—Jos, ¿todo bien?—Grita desde el almacén otro compañero.

Jos se atemoriza de la situación y toma a Alonso del brazo.

—Sólo procura no hablar, maniquí.—Le advierte y Alonso ríe.

—¿A quién le dices maniquí, pestañudo?

—Sólo... Cállate.

Jos lo jala hasta probadores, y una vez dentro, se encierra en uno junto a Alonso.

Alonso suspira—¿Sabes? Deberías presentarte por lo menos, ya que me estás encerrando contra mi voluntad en el probador de una tienda.

Jos aún piensa que está soñando, o sospechaba que horas extras de trabajo le estaban haciendo mal.
Miró a Alonso a los ojos y se quedó enganchado en ellos. Tenía unos ojos preciosos, y eran reales. Pestañeaba y cada que los abría, te dejaban con ganas de verlos por más tiempo.

—¿Quién eres tú?—Pregunta Jos.

—Lo mismo pregunto. ¿Quién eres?

—Soy Jos y trabajo aquí. ¿Tú quién eres?

—Te lo he dicho. Soy Alonso. En realidad no sé qué decirte de mí, cada que abro los ojos, estoy en un sitio diferente.

Jos estaba impresionado. No tenía palabras para describir el momento.

—Tienes unos ojos muy bonitos, Jos.

—Yo... No sé qué decir.

—Sólo agradece. Tómalo como un cumplido, amigo.

—Mira, Alonso. Quiero explicarte esto rápido: Te acabo de conocer. No sé de dónde saliste, pero hace unos minutos tú eras una figura creada con silicón para ventanas y yeso. Pero, sea como sea, nadie puede verte, ¿Entiendes?

—¿Puedo saber por qué nadie puede verme?

—¡Porque eres un maniquí!

—Tu respuesta no responde para nada mi pregunta.

—Sólo... Te sacaré de aquí. Pero ocupo de no te muevas.

—Excelente.—Dicho esto, Alonso volvió a ser un maniquí.
Jos cayó al suelo inmediatamente. Se había desmayado.

Me enamoré de un maniquí||Jalonso Villalnela.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora