Maratón 2/3. Parte 16.

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Después de que la mamá de Jos llegara a la comisaría y dijera que nunca tuvieron un maniquí en casa, o que nunca llegó a saber de él, transfirieron a Jos al hospital mental más cercano del aeropuerto.

Jos no dejaba de llorar y de llamar a Alonso esperando a que él apareciera.

Le dieron un tranquilizante, pero él no dejó de preguntar por Alonso hasta que se quedó dormido.

Cayó en un profundo sueño, y ahí, comenzó a soñar.

Él fue encerrado por paredes negras. Muros altos color carbón que le tapaban la vista de todo. Gritó con la esperanza de que alguien lo escuchara.

Escuchó un fuerte estruendo y cerró los ojos por el acto. Cuando los abrió, estaba en la playa.

Hacía viento y no había nadie ahí.

Volteó hacia todas partes, esperando ver algo, pero simplemente no encontró alguien que pudiera ayudarlo.

Vio a lo lejos alguien acercarse, quien lo saludaba y le hacía señas raras.

El sol le encandilaba, y cubrió su frente tratando ver de quién se trataba.

—¿Alonso?—Se preguntó a él mismo cuando identificó a la persona.

Jos corrió con todas sus fuerzas hacia él gritando con dolor.

—¡ALONSO! ¡ALONSO!—Gritaba Jos desesperado.

—¡Ven, Jos! Alcánzame.—Alonso rió y comenzó a correr jugueteando.

—¡Alonso, espérame! ¡Alonso!

Alonso no miraba hacia atrás y se dirigía al enorme océano que se encontraba delante de ambos.

—¡Mira, Jos! Soy un pez, mira cómo nado.—Gritaba Alonso entrando en la fría agua.

Jos entró al agua desesperado intentando alcanzarlo.

Alonso se alejaba de la orilla y reía a carcajadas.

—¡Alcánzame, Jos! ¡Soy un pez!

Jos sonrió y habló—: Yo seré el tiburón, ¡Allá voy!

Alonso seguía riendo y pidiéndole que lo alcanzara.

Llegó un punto en donde Jos no alcanzó a pisar, y perdió de vista a Alonso.

Seguía escuchándolo reír, más no lo veía por ninguna parte.

—¿Alonso? ¿En dónde estás?

—Estoy atrás de ti.

Jos volteó su cuerpo rápidamente y vio la figura de Alonso descarnándose frente de él.

Jos gritó y algo lo jaló hacia el fondo.

Despertó asustado. Sus manos y pies estaban atadas, y aunque intentaba zafarse, era imposible.

La mamá de Jos entró corriendo a la habitación y lo acercó a ella pegando su cabeza en el pecho de su madre.

—¡Jos! Gracias a dios estás bien. Tienes una crisis de ansiedad, mi amor. Vas a estar bien pronto.—Le habló su mamá con lágrimas en los ojos.

Jos lloró y su madre lo acompañó en el acto.

—Alonso ya no está, mamá. Se fue para siempre. Nunca volveré a verlo. Quiero estar con él, mamá, ayúdame.—Le suplicaba él.

Ella se separó de él y acarició su mejilla.

—Nadie sabe qué pasó con Alonso, amor. La policía lo está buscando para informarle que estás aquí y que venga lo más pronto posible.

—¡No lo entiendes mamá! Ya no va a volver, se fue para siempre. Él era el maniquí, y lo quitaron de mi lado, mamá. Ellos destruyeron a Alonso.

—Mi amor, en este momento no sabes lo que dices, pero pronto estarás bien, chiquito.—Dice limpiando sus lágrimas.

—Mami, créeme, Alonso era el maniquí y yo... No pude detenerlos, ellos me esposaron, y luego lo destrozaron, y yo me enojé y... ¡Te extraño, Alonso!—Soltó en un grito ahogado y sentía que el dolor no podía más con él.

Se sentía consumido en el dolor, en el despecho. Se sentía como un loco.

—Voy a volver a verte, Alonso.—Sollozó y una enfermera le inyectó un tranquilizante.

Dos días después.

Llevaban a Jos hacia una sala en el hospital con una psiquiatra especializada en adolescentes que hablaría con él sobre qué sucedió, qué era el muñeco, y por qué estaba así.

Jos no había hablado con nadie en los últimos días. No comía. Dormía lo más que podía, era su manera de olvidarse de toda esa mierda.

Lloraba por las noches, cuando nadie lo veía, cuando sólo la oscuridad de la noche y la luz de la luna podían sentir su dolor.

Lo habían dejado solo con la psiquiatra, y él sólo miraba sus pies en silencio.

—José Miguel, soy la doctora Tara, soy tu nueva psiquiatra. ¿Cómo estás?—Preguntó amable.

Él no contestó, ni siquiera se molestó en mirarla.

—Bien... Cuando tú quieras, José.

Pasaron 47 minutos desde que había empezado la sesión, y Jos no había hecho ni siquiera un ruido.

—Joven Canela, sé que esto no es fácil para usted, pero juntos podemos salir adelante, yo sé que eres un chico muy fu...

Jos la interrumpió.

—Villalpando.—La corrigió.

—¿Qué?

—No soy Canela, soy Villalpando.

—Está bien, te diré Villalpando.

—¿Quieres contarme qué sucedió?

—No va a creerme.—Respondió con tristeza.

—Yo sí te voy a creer. Sé que no mientes, pero quiero que me cuentes qué sucedió. Yo estoy contigo en todo.

—¿Lo promete?

—Te lo prometo.

—Bueno...

Y Jos le contó la verdad.





Capítulo dedicado a @tepicalatetajos.

Me enamoré de un maniquí||Jalonso Villalnela.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora