Parte 20.

1K 218 108
                                    

Jos dejó de ir al aeropuerto, y la mayor parte del tiempo estaba en el sillón de su sala esperando una llamada de su amado.

Pasaban semanas enteras y el teléfono no sonaba.

Jos dormía en la sala, comía en la sala, estudiaba en la sala.

Una noche, mientras Jos estaba dormido en la sala de estar, su madre se acercó cariñosamente y plantó un beso en la frente de su hijo. Lo cobijó y lo vio dormir por algunos minutos.

Jos roncaba y soñaba con Alonso, como era costumbre.

El teléfono sonó retumbando el sonido por todas las paredes de la casa.

Jos aún dormido tomó el teléfono y contestó.

—¿Hola?—Habló somnoliento con los ojos cerrados.

—Soy yo, Jos.—Respondió Alonso con un tono triste.

Los ojos de Jos se abrieron rápidamente y sintió cómo su corazón dio un vuelco.

Era él.

—¡Alonso!—Saltó del sillón feliz.—Extrañé tanto tu voz, pequeño. No vuelvas a dejarme así, te lo suplico.

—Bebé—Dijo y Jos chilló de emoción—, las cosas no están bien por acá. No te llamé porque apenas conseguí algunos centavos para llamarte. Tengo hambre, tengo frío, apesto, Jos.—Le contó triste—. Aquí todos son tan... Diferentes. Duermo en la calle. Lo poco que he comido ha sido algún desperdicio que encontré en el basurero.

A Jos le dolió escuchar así a su chico.

—Necesito saber en dónde estás, mi niño. No puedo dejar que te pase nada...—Habla Jos con la voz de hilito.

—He intentado, Jos. Ni siquiera hay nombres de calles normales. Definitivamente no hablan para nada Inglés o Español aquí. Pareciera como si estuviera en... Vietnam o algo así. Todo está hecho una mierda aquí. Ni siquiera sale el sol.

—¿Has intentado hablar con alguien?

—Demasiadas veces, pero cada vez que lo intento hay alguien golpeándome sacándome de su local.

—Alonso, necesito que me escuches: Descríbeme el lugar. ¿Hay armas? ¿Guerras?

—No, no... No hay guerras, sólo hay una crisis económica espantosa.

—¿Qué más hay?

—Hay gente de todo tipo: Musulmanes, persas, judíos. Las calles están llenas de basura, esto parece un... Inodoro. Las calles apestan.

—Continúa.

—Mencionan mucho a un tal Taj Mahal.

Jos lo pensó por un momento. Le sonaba familiar.

—Taj Mahal...—Repitió Jos.

Un vago recuerdo llegó a la cabeza de Jos.

—¡India, Alonso! ¡Estás en India!

—¿Y eso en dónde está?

—Al otro lado del mundo...—Suspiró Jos con pesadez.

—¿Muy lejos de ti?—Cuestionó Alonso con desilusión.

—Muy lejos de América...

—Supongo que jamás volveré a verte, Jos.—Sollozó el menor.

—¿Estás imbécil, Alonso? ¿Crees que voy a dejarte ir?—Se burló Jos—. Te amo, Alonso. Haré cualquiera cosa por volver a encontrarme contigo. Qué más da si estás atrapado en medio del océano; Navegaré el mar para encontrarte. Estamos cerca, Alonso. Yo te siento cerca de mí, porque cada que pienso en ti te siento cercano a mi corazón. Voy a encontrarte, Alonso. Sólo espérame.

—Voy a esperarte siempre, Jos. Confío en ti. Sé esperar.

—Tienes que buscar comida, Alonso. Si te pasa algo yo...

—No me pasará nada, bebé. Soy indestructible, ¿lo recuerdas?—Jos recordó el día que la herida de Alonso sanó mágicamente.

—Voy a morir, Jos, pero de alguna u otra forma voy a regresar. Está escrito.—Le confió Alonso.

Todas esas palabras le daban a entender a Jos que Alonso era un hombre muerto; Él había muerto cientos de veces, y siempre volvía a la vida.

—Tengo que irme, Jos. Llamaré pronto. Adiós...

—¡Espera!—Gritó Jos.

—Estoy aquí.

Te amo, Alonso.

Y yo te amo a ti.

Hubo una pausa entre las dos líneas.

Alonso cerró sus ojos sintiendo las palabras de su amor, y Jos hizo lo mismo.

—Cuelga, Alonso.—Habló desecho Jos—. No podría colgarte sabiendo si será la última vez que escuche tu voz.

—No quiero dejar de escuchar la tuya. Te amo, Jos, te amo y en este tiempo que he estado sin ti me he dado cuenta de la falta que me haces. Te quiero en mi vida, quiero estar en la tuya. Yo no voy a morir ni envejecer nunca, pero quiero estar contigo hasta el día en que tu corazón deje de latir, y después de eso, estarás en mi alma hasta que el universo se destruya y acabe conmigo. Parece mentira, pero coloreaste mi vida, teñiste de blanco mis ojeras, jugaste al escondite con mis penas. Parece mentira, pero el mañana ahora es un viejo amigo, el abismo ya no está vacío, ahora me lanzó con los ojos cerrados porque tú estás al otro lado. Eres el amor de mi existencia, Jos.

—Voy a ir por ti... Te lo prometo.—Dijo Jos y se cortó la llamada.

Jos Canela no pudo dormir esa noche.

Me enamoré de un maniquí||Jalonso Villalnela.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora