Parte 4.

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Jos despertó con un fuerte dolor de cabeza. No recordaba el por qué había despertado así. Estaba aún tendido en el suelo de los probadores y Julián, su único amigo, estaba ahí.

—Santo dios, Jos. Me diste un susto tremendo.—Lo regañaba. Jos sólo tocaba su cien quejándose de dolor.

—¿Qué pasó?—Pregunta el chico de grandes cejas con dificultad.

—No sé, Jos. Estabas aquí tirado. Qué bueno que te encontré. Ten, te traje algo de comida que me encontré. No has comido en todo el día, eso fue lo que te hizo daño.

—No, espera. ¿Y el maniquí?—Pregunta Jos mirando para todos lados.

—¿De qué hablas?

—Aquí había un maniquí, Julián. Él era real, hablaba y...—Él intentaba explicar, pero en oídos de Julián todo era estúpido. Jos debió alucinar.— Y luego caí al suelo. Yo no puedo recordar...

—Jos. Te pediré un uber para que vayas devuelta a casa. Quizá deberías mañana tomarte el día, yo le avisaré al gerente. Lo necesitas. Has trabajado mucho y no has recibido nada a cambio. Basta de horas extrañas, Jos.

Jos aún estaba aturdido. Julián lo ayudó a incorporarse, y tomó su chaqueta y sus demás cosas para irse a casa.

Santiago había hablado. Jos no estaba loco. Él era real. Jos lo había visto. Santiago podía tomar vida, y eso explicaba mucho.

—Julián, debes de regresar ese maniquí. Te lo suplico.—Le decía con miedo a Julián. Julián lo miraba incrédulo y sonreía de lado cruzando los brazos.

—¿Qué maniquí?

—Ese, Julián.—Lo señalaba mientras Alonso estaba inmóvil en el parador—. Ese muñeco tiene el demonio. Se movió, te lo juro. No estoy loco, Julián. Estoy seguro de lo que vi. Él hablaba, y dijo que se llamaba Alonso... El maniquí tiene vida.—Explicaba alterado. Julián veía a su amigo en muy mal estado. Aparte de estar alterado, estaba pálido. Así que asintió a siéndole creer que le había creído su fantástica historia y se retiró unos metros para hablar por teléfono.

Marcó el nombre de Óscar Gallardo, conductor del uber que llevaría a Jos a casa.
Cuando el hombre contestó el teléfono, Julián habló:

—Mire, la persona a la que llevará se encuentra confundido y en mal estado. Si le pide bajarse del auto o cuenta historias, por favor ignóralo y también ignore cualquier petición que pueda pedirle. Por favor prométame que lo llevará a su destino.

Día siguiente.

Jos despertó gracias a los rayos solares que entraban por la ventana de su habitación. Dio un bostezo y se talló los ojos.
Había sido una noche dura. No había podido dormir hasta muy altas horas de la madrugada, y cuando lo hizo, tuvo pesadillas. Soñaba y pensaba todo el tiempo en Alonso. No podía creer que había experimentado una actividad paranormal de ese tipo. Una vez había visto la licuadora de la casa de su tía encenderse aún sin estar conectada, pero esto sobrepasaba todas sus expectativas.

—Cálmate, Jos. Quizá sólo alucinaste.—Intentaba tranquilizarse a él mismo, pero la curiosidad lo estaba matando. ¿Había sido cierto aquello que había visto la noche anterior?

Se paró de la cama y reflexionó un poco sobre la situación. El trabajo había estado pesado y quizá sí era lo que hizo que viera tal cosa. No comía aún teniendo tiempo para hacerlo.

«Mereces darte el día, Jos. Tú mereces estar bien. Valdrá la pena no ir hoy. Tu salud vale la pena», pensaba mientras se dirigía al pequeño baño de su casa en la cual vivía.

Ya era tarde. Pasaban de las diez y media de la mañana, y Jos se daría el día libre para liberarse de tanto.

Llamó a algunos amigos para salir, y sólo uno de ellos aceptó salir. Irían al cine. Habían varios estrenos de películas que a Jos le llamaban la atención.

Jos lo vería en la plaza después de las cuatro. Aún tenía tiempo, pero quería llegar antes.
Se bañó e hizo todo lo que tenía que hacer.
A más tardar a la una salió de casa. Su tío tenía una motocicleta guardada en el garage, y ya que tenía un tiempo sin montarse en ella, decidió que se iría en ella por la ciudad. Buscó las llaves y se montó en ella. Era un día caluroso, y Jos llevaba una camiseta de baloncesto sin manga. Su cabello estaba levemente despeinado y sexy. Era la sensación en los altos de las avenidas.

Jos llegó a la plaza en donde trabajaba y entró a un Starbucks. Pidió una bebida de mango-maracuyá y se sentó en una de las sillas del local. Pensó en Alonso y sonrió. Algo en ese maniquí le resultaba macabro y atractivo.
A Jos siempre le había parecido atractivo lo desconocido, y aunque él era un hombre que se asustaba fácilmente, tener la oportunidad de conocer a un maniquí que se mueve, le parecía interesante.

Rió ante sus pensamientos. No estaba seguro de que lo que haya visto fuera real, pero aunque no fuera así, no podía negar que Alonso tenía algo en sus ojos que habían hecho sentir algo.

—¿Sabes? Anoche no tuve la oportunidad de seguir hablando contigo.—Dice una voz tras él. Jos se sobresalta y voltea rápidamente.

Aquella pesadilla estaba detrás de él. Alonso lo miraba sonriendo y el corazón de Jos sintió un apretón. A Jos se le bajó la presión, pues comenzó a ver negro.

—Tú... No puedes ser real. Debo de estar loco. Yo...—Dice Jos y se da un golpe en la mejilla para despertar de aquella pesadilla o alucinación.

—Soy real. No entiendo por qué te asusta tanto mi presencia. Soy real, todos pueden verme.—Toma asiento delante de él y sonríe. A Jos le temblaban las piernas. Se sentía nervioso. No quería que nadie se enterara que la persona que conversaba con él era un maniquí.

—Alonso, yo...

Alonso lo interrumpió—Me da gusto saber que te acuerdas de mi nombre.

—Tú, es decir... ¿Querrías por favor irte de aquí?—Le sugirió Jos.

—¿Me estás ordenando que me vaya de un lugar público en donde tanto tú como yo podemos estar?—Pregunta el pelirrojo ofendido.

—No, me refiero a que te vayas de la plaza. Es un riesgo que estés aquí, me meterás en problemas.—Explica el mayor—. Dame tu mano.—Estira su brazo y Alonso goma su mano.—Salgamos de aquí.

Jos se levanta y entrelaza sus dedos con los dedos fríos de Alonso. Jos no estaba seguro de lo que hacía, pero no podía dejar que alguien viera a Alonso, y mucho menos si Alonso vuelve a ser maniquí en cualquier momento.
Alonso lo sigue sonriendo. Jos se dirige al estacionamiento y le ordena montarse en la motocicleta.
Alonso lo obedece y salen del lugar. Alonso se agarra de la cintura de Jos, mientras Jos sólo conduce con miedo. No tenía idea de a dónde se dirigía, pero por alguna extraña razón, mientras Alonso lo tomaba, no quería parar.

Jos escuchaba cómo Alonso gritaba con adrenalina mientras iban a toda velocidad.
Jos se detuvo en un alto y volteó hacia su derecha para ver a su compañero de carril. Vaya sorpresa se llevó al ver a Héctor, el amigo que vería en la plaza en unas horas.

—¿Qué haces aquí, Jos?

—Yo... Eh...—Decía nervioso—, llevo a pasear a mi amigo.—Sonríe con nerviosismo.

—¿Ese es tu amigo?—Lo señala desde su auto haciendo una mueca. Jos voltea con Alonso y nota como solamente se encontraba una figura sin vida detrás de él.

«No de nuevo, por favor».

Me enamoré de un maniquí||Jalonso Villalnela.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora