Recuerdo que dolió. No quería verla sufrir, solo quería sufrir yo, pero no delante suya. No quería dejarle la satisfacción de ver mis lágrimas.
Así que me fui, salí corriendo. En realidad no sabía a dónde ir, solo quería correr y alejarme de ella. Llegué al baño y lloré. Lloré muchísimo, como si la vida se basara en eso. Llorar. No lloré por dolor ni sufrimiento, sino por impotencia, impotencia por no poder hacer nada. Por no darle un torta y mandarla callar.
Necesitaba desahogarme así que pegué el portazo más grande de mi vida.
Eché el pestillo y me senté, me quedé ahí, sentada en un baño sucio del colegio, que en realidad era así como me sentía, sucia.
En ese momento escuché a mis amigas riéndose. Valoro mucho a mis amigas y sé que si se hubieran enterado antes esa profesora estaría ya muerta.
Pero no soy de esas que va contando sus problemas a la gente, me cuesta, mucho.
Así que salí, me quité las lágrimas con agua helada, miré un instante el espejo y me sonreí, eso fue lo que hice, sonreír. Justo lo contrario a lo que de verdad sentía.
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pd: Gracias por los 3000 lectores, son los mejores.
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El diario de esa chica
Teen FictionEste libro trata de mi vida. Una chica de 14 años que se enfrenta a las dificultades típicas de la vida de los adolescentes. ¿Pueden las personas más cercanas y que más te quieren hacerte daño? Yo creo que sí. Por cierto, me llamo Ana. No dejen de l...