La carta

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LA CARTA

- Mamá, ¿qué pasa?- intenté decir lo más calmada que pude.

No me respondía, solo lloraba y yo cada vez me agobiaba más. Decía palabras sueltas, y logré recoger tres palabras.

Tres palabras que hicieron que cayera al suelo y que un dolor me invadiera todo el cuerpo.

Pedro vino corriendo y me levantó del suelo, me sentó en el sofá y me gritó que me pasaba. Me limité a repetirle las tres palabras.

- Suicidio, Hugo, ayer. - y volvía a caer.

Pasaron unas doce horas y ya estaba en España otra vez, pero por suerte no estaba sola, por suerte estaba con Pedro.

En casa todo eran llantos lo que hacía que me entraran más ganas de llorar.

Lo peor de todo es que no era una causa natural de muerte, era un suicidio para hacerlo todo más doloroso.

Nos interrogaron a todos por si sabíamos las causas. Estuvimos todo el día en la comisaría y al final del día, cuando nos fuimos se acercó a mí un policía.

-¿Eres la hermana de Hugo? ¿Ana Lamas? -dijo con cara preocupada

-Sí, soy yo señor agente, ¿pasa algo?

-Sí, bueno no, mira no solemos hacer esto pero me han contado que el caso de su hermano es especial y quería darte esto. -me dio una carta en la que ponía “Para la pequeña de la casa".

-Muchas gracias de verdad.

Me fui con unas cuantas lágrimas y al salir divisé a Pedro en el capó del coche.

-¿Necesitas algo? - me dijo

- Necesito un abrazo.

Llegamos a casa y decidí estar sola, me fui a la terraza. El sitio donde vas veces había estado con mi hermano, donde más “¡Somos los reyes del mundo!" habíamos gritado juntos.

Un mismo lugar y tantos recuerdos, saqué la carta y empecé a leer.

Pasó la noche y llegó el día, el día de la misa y del funeral. Toda la misa transcurrió normal y justo cuando iba a acabar le pedí al cura leer algo.

Nadie sabía lo que iba a leer, ni yo porque lo hacía. Pero necesitaba leer lo que mi hermano me había escrito, necesitaba que no recordaran a mi hermano como una persona vencida por las drogas y el alcohol.

Necesitaba que lo recordaran como mi hermano, como mi Hugo.

Y la carta, decía así:

El abuelo siempre decía que si alguien quiere seriamente formar parte de tu vida hará lo imposible por estar en ella.

Siento no haber estado presente en tu vida y siento no haber hecho lo imposible.

Me siento mal porque sé que tú me dedicaste tu tiempo y eso es lo más importante que una persona te puede dar. Ya que es algo que nunca jamás recuperará.

Y es que la vida son momentos, ¿sabes?

Y Ana ahora estoy aquí, y mañana, mañana no lo sé. No sé si estaré contigo, si estaré con los abuelos, si estaré con mis amigos… Ni siquiera sé si estaré.

Así que quería decirte que si alguna vez quieres algo de verdad, ve a por ello sin mirar atrás.

Mirando al miedo de frente y a los ojos. Entregándolo todo y dando el alma por ello.

Sacando a la niña tan orgullosa como para no cenar que llevas dentro, la que haría lo que fuera por llegar a tocar las nubes y la que siempre te alegra el día con el entusiasmo y la dulzura que desprende.

Apuesto por los años que he pasado a tu lado, por las noches en vela, las risas, las fiestas, las persecuciones por la casa, por los secretos y por las promesas que jamás rompimos.

Por tus besos y abrazos, así porque sí, sin venir a cuento ni tener porque celebrar algo. Y sobre todo por los " Somos los reyes del mundo"  que hemos gritado juntos. 

Y es que en este tiempo me he dado cuenta de que los pequeños detalles son los que hacen las grandes cosas, que tú has hecho infinito mi límite.

Así que te doy las gracias por ser la única persona capaz de hacerme llorar riendo, por aparecer en mi vida con esa sonrisa loca y con esas pecas tan graciosas, por ser capaz de enfrentarme a las cosas del día a día,

Te prometo que pase lo que pase, estés donde estés, voy a acordarme de ti toda la vida pequeña.

Gracias, porque tú, me enseñaste a vivir cada día como el primer día del resto de mi vida.

Y eso, eso no lo voy a olvidar nunca Anita."

El diario de esa chicaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora