FRANCIA
Pedro se había ido una temporada con su familia a su casa de Francia y me di cuenta de que estaba sola.
Las Vio's nos habíamos distanciado y algunas se habían puesto en contra mía por cosas sin sentido. Me sentía sola aunque estuviera acompañada. Tan motivada que estaba hace unas semanas y en la depresión en la que había caído.
Desde pequeña me educaron diciendo que siempre hay que decir la verdad pero me he dado cuenta que por decirla puedes perder a mucha gente. A veces, debería ser una falsa y hacer como que todo me importa una mierda. Pero no, no puedo y me niego a ser otra de esas que pasan de todo. Porque cuando las cosas me afectan, lo hacen y duelen mucho.
Como no podía decirle a nadie lo que pensaba y lo que me dolía. Me lo decía a mí misma, y no hablándome precisamente.
Llegaba el verano. Pero no quería salir a la playa ni nada. Quería ir a algún sitio donde nadie me conociera y donde pudiera conocer gente nueva. Tenía ya muy vistas a algunas personas, demasiado vistas.
Salí del baño después de pensar en todas estas cosas. Siempre pensaba en cosas así con una ducha caliente, música, puerta cerrada y sola en casa.
Me enrollé la cabeza en un turbante a lo reina mora y me dirigí a mi cuarto. Serían las nueve de la noche o así.
Cogí el teléfono y volví al baño donde me sequé el pelo. Me puse un pantalón corto negro y una camiseta ancha color crema.
Bajé al salón y cené algo, no había nada en la televisión y decidí llamar por video-llamada a Pedro. A él le contaría mis problemas y tenía la seguridad de que me escucharía y ayudaría.
- Hola Pedrito.
- Hola Anita - estaba muy guapo, más moreno. Se había puesto el pelo para arriba, pero también para abajo. No sabía lo que se había hecho pero estaba demasiado perfecto.
- Te echo de menos - conseguí decir.
- ¿Te crees que yo no? -se rió, hacía semanas que no veía esa sonrisa, tan bonita.
Le conté todo lo que había pasado, lo que que quería salir de la rutina e irme.
- Y eso es todo. Espero que tú vayas mejor.
- Bueno, yo tengo una idea. ¿Y si te vienes aquí?
- ¿Qué dices? ¿A Francia?
- ¡Sí! Estaría genial Ana y además aprenderías francés, que sé que no se te da muy bien.... - imbécil, pero es que con esa sonrisa como le iba a replicar.
- Pedro estás loco.
- Por tí -me interrumpió-. En serio Ana, vente aquí, despéjate unos días y vuelve a casa.
-No Pedro, todavía están asimilando lo nuestro y no creo que sea buena idea preguntarles esto ahora.
Se escucharon voces de un niño rubio de ojos claros. No paraba de dar vueltas y hacer tonterías hasta que saltó y se tiró encima de Pedro. Era el primo pequeño de Pedro, bueno pequeño, tenía mi edad. Se llamaba Javier.
- Bueno vale, te dejo que vamos a cenar.
- Pues entonces, ciao.
-¿Ciao? Anda desenfádate que no me gusta verte así.
-Adiós Ito.
- ¿Ito?
- Claro, de Pedrito.
-Me gusta, me gusta - otra vez esa sonrisa...
- Oye.
- ¿Qué?
- Ciao.
Apagué el ordenador y empecé a reírme, podía imaginarme la cara de cortado que se le había quedado en ese momento. Y delante de su primo, pero es que me encantaba picarle.
Me quedé pensando en lo que había dicho Pedro. Irme a Francia, con él. Cambiar una temporada para despejarme y luego volver.
Y parecía que el colegio me había leído la mente. Clase de francés, primera hora, llega la profesora y dice: -Intercambio
No me lo podía creer, vendrían franceses a nuestras casas durante dos semanas y luego nosotros haríamos lo mismo. Francia, el lugar donde estaba Pedro.
Rellenamos los papeles y pasó una semana. Fuimos toda la clase al aeropuerto a recoger a los franceses que se quedarían en nuestras casas.
Esperamos en la sala de llegada y empezaron a salir chicos que se iban con mis compañeras. Pero "mi francés" no llegaba.
Me senté en unos asientos y a los minutos escuché una voz que ya había escuchado antes.
- ¿Ana?
Y lo vi, el primo listillo de Pedro.
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El diario de esa chica
Teen FictionEste libro trata de mi vida. Una chica de 14 años que se enfrenta a las dificultades típicas de la vida de los adolescentes. ¿Pueden las personas más cercanas y que más te quieren hacerte daño? Yo creo que sí. Por cierto, me llamo Ana. No dejen de l...