II

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Estoy parada en la estación de Lungoff con el tren a mis espaldas, que espera a los pasajeros, y con mi familia en frente mío.

No sé quien llora más, si Ellie, Stephania, papá o yo.

Daphne ni se inmuta.

Creo que tiene algo que ver el hecho de que ya no la necesitaremos. Yo me voy así que no hay nadie a quien cuidar.

— No lloren. Me hacen sentir una mala persona. — digo con los ojos llorosos.

Ellie asiente y se acerca a darme un fuerte abrazo.

— Es como si fuera ayer... cuando te perseguía por la casa para que hagas tus deberes... o te bañes... o te hacía tomar tus medicinas...— dice entre hipando por el llanto, estrechandome contra su pecho.

— Ellie... también te voy a extrañar mucho, muchísimo. Pero confía en lo que me has enseñado. — digo aún en  sus brazos.

Ella asiente mientras me suelta y me acomoda el cabello que ella misma me desacomodó en su abrazo.

Me acerco a Stephania, quien se limita a abrazarme y decirme que me extrañará pero no por mucho tiempo, ya que tiene planeado hacerme visitas sorpresas.

Reímos.

Luego me acerco a Daphne, haciéndole un puchero. Sonríe y niega con la cabeza y abre los brazos invitandome a abrazarla.

Lo hago.

A pesar de que no es la persona más demostrativa del mundo, sin Daphne no se que hubiera sido de mí. Dio más ayuda de la cree.

— Cuidate niña. — dice sobre mi hombro.

— Lo haré. Te extrañaré Daphne. — respondo apartándome un poco.

— Lo sé. Pero no estaré lejos. Recuerda que estaré en la ciudad. Yo viví ahí hasta que me contrataron. — dice soltándome — Y si necesitas que le pateé el trasero a algún inepto que se te acerque, tienes mi número.

Suelto una carcajada y la vuelvo a abrazar.

Es lindo saber que puedo seguir contando con ella a pesar de la distancia.

Por último me lanzo a los brazos de papá y rompo en llanto.

Me duele dejarlo.

Fuimos los dos contra el mundo durante mucho tiempo y no se como será sin él.

No me siento lista para enfrentarme al mundo sola.

— Eh... no llores. — dice con su cabeza apoyada en mi sien. Me acuna en sus brazos.

— No quiero dejarte. — digo entre sollozos.

— Tranquila. Ya estoy algo grande para cuidarme sólo, ¿No crees?

Sus palabras me hacen reír.

— Para mí no ¿Qué voy a hacer papi?— me aparto un poco para verlo a los ojos.

— Todo y más. — responde con una chispa de orgullo en sus ojos azules.

Nos abrazamos por última vez y prometo llamarlo todas las veces que pueda. Me toma la palabra y me dice que no importa, siempre y cuando recuerde el camino a casa.

El guardia anuncia la última llamada para los pasajeros y yo tomo mi valija y me acomodo la mochila en la espalda.

Doy un último adiós con la mano cuando subo al tren y las puertas se cierran.

Rápidamente encuentro un asiento vacío junto a la ventanilla que da a la estación.

Todos me saludan con la mano y yo les devuelvo el gesto.

Ocultas por el sol Donde viven las historias. Descúbrelo ahora