Después de la caída

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Cuando miro hacia atrás, el Jardín es un sueño para mí. Era hermoso, sorprendentemente hermoso, mágicamente hermoso; pero ahora está perdido y no volveré a verlo nunca más.
El Jardín está perdido, pero lo encontré a él y estoy contenta. Él me ama tan bien como puede; yo lo amo con toda la fuerza de mi naturaleza apasionada, y esto, creo yo, es propio de mi juventud y de mi sexo. Si me pregunto por qué lo amo, me doy cuenta de que no lo sé, y realmente no me importa demasiado saberlo; así que supongo que esta clase de amor no es producto del razonamiento y de las estadísticas, como el amor que uno le tiene a los otros reptiles y animales. Pienso que debe ser así. Amo a ciertos pájaros por su canto; pero no amo a Adán por su canto -no, no es eso; cuanto más canta, menos me gusta-. Sin embargo, le pido que cante, porque quiero aprender a amar todo lo que a él le interesa. Estoy segura de que puedo aprender, porque al principio no podía soportarlo y ahora puedo. Puede llegar a cortar la leche, pero no importa; puedo acostumbrarme a la leche cortada.
No es por su inteligencia que lo amo, no, no es eso. Y no hay que culparlo por su inteligencia, ya que él no la creó; es como Dios lo hizo y eso es suficiente. Había un propósito sabio en ello; yo lo sé. A su tiempo se desarrollará, aunque pienso que no será de golpe; y además, no hay apuro; él es bueno tal como es.
No es por su delicadeza o sus modales gentiles y considerados que lo amo. No, tiene defectos en este sentido, pero lo hace bastante bien y mejora.
No es por su laboriosidad que lo amo, no, no es eso. Pienso que él la posee pero, por alguna razón que desconozco, me la oculta. Ese es mi único dolor. En otro sentido, él es franco y abierto conmigo ahora. Estoy segura de que no me oculta nada fuera de esto. Me duele que deba mantener un secreto conmigo; a veces me arruina el sueño pensar en eso, pero trataré de olvidarlo; no puedo ensombrecer esta felicidad que me colma hasta desbordarse.
No es por su educación que lo amo, no, no es eso. El se formé a sí mismo y realmente sabe un montón de cosas, pero no es eso.
No es por su caballerosidad que lo amo, no, no es eso. Él me hirió, aunque yo no lo culpo; es una peculiaridad de su sexo, pienso yo, y él no creó su sexo. Por supuesto, yo no lo hubiera herido jamás, antes hubiera preferido morir; pero esa también es una peculiaridad de mi sexo y no la tomo en cuenta, porque yo no inventé mi sexo.
Entonces, ¿por qué lo amo? Simplemente porque es masculino, creo yo. Él es bueno en el fondo y lo amo por eso, pero lo amaría si no lo fuera. Si me golpeara o abusara de mí, seguiría amándolo. Lo sé. Es una cuestión de mi sexo, creo yo.
Él es fuerte y hermoso, y lo amo por eso, y lo admiro y estoy orgullosa de él, pero lo amaría sin todas esas cualidades. Si fuera tonto lo amaría; si fuera un fracaso, lo amaría; y trabajaría para él y sería su esclava y rezaría por él y velaría su sueño hasta la muerte.
Sí, creo que lo amo simplemente porque es mío y porque es masculino. No hay ninguna otra razón, supongo. Y pienso que es como dije al principio: que esta clase de amor no es producto del razonamiento o de las estadísticas. Simplemente, viene -nadie sabe cuándo- y no puede explicarse. Y no lo necesita tampoco.
Eso es lo que pienso. Pero yo soy solo una chica y la primera que ha analizado esta materia, y puede resultar que, en mi ignorancia e inexperiencia, lo haya hecho mal.

El diario de Adan y Eva (Twain)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora