Lo vi otra vez, un momento, el lunes pasado al anochecer, solo un momento. Yo estaba esperando que él me elogiara por tratar de mejorar el estado, por haber pensado las cosas bien y haber trabajado duro. Pero él no estaba complacido; se dio vuelta y se fue. Estaba disgustado por otro tema también: traté de persuadirlo una vez más de que no fuera a las cataratas. Eso fue porque el fuego me había revelado una nueva pasión -distinta del amor, la tristeza y las otras que ya había descubierto- el miedo. ¡Y era espantoso! Ojalá no lo hubiera descubierto jamás; me ocasiona momentos oscuros, arruina mi felicidad, me da escalofríos y me hace estremecer y temblar. Pero no pude convencerlo porque él no ha descubierto el miedo todavía y entonces no podría comprenderme.