El martes pasado por la noche me escapé y viajé dos días y me construí otro refugio en un lugar apartado y borré mis huellas lo mejor que pude, pero ella me rastreó por medio de una bestia que domesticó y a la que llama lobo y vino haciendo ese ruido lastimoso otra vez y derramando agua por los agujeros por los que mira. Me vi obligado a volver con ella, pero voy a emigrar nuevamente cuando la ocasión se presente. Ella se involucra en muchas tonterías: entre otras, tratando de investigar por qué los animales llamados leones y tigres viven de pasto y de flores, cuando, como ella dice, la clase de dientes que usan indicaría que fueron concebidos para comerse unos a otros. Eso es un dis-parate porque hacerlo sería matarse unos a otros y eso introduciría lo que, según yo entiendo, se llama “muerte”; y la muerte, según me dijeron, todavía no ha entrado en el Parque. Lo cual es una lástima, en cierto sentido.