El canguro aún continúa creciendo, lo cual es muy extraño y sorprendente. Nunca vi ninguno que creciera durante tanto tiempo. Ahora tiene pelaje sobre la cabeza; no como el pelaje del canguro, sino exactamente como nuestro cabello, aunque mucho más fino y suave y en vez de ser negro es rojo. Estoy a punto de volverme loco al ver el desarrollo caprichoso e invasivo de este inclasificable engendro zoológico. Si pudiera cazar otro, pero eso es imposible; es una variedad nueva, y el único ejemplar; tan simple como eso. Pero cacé un canguro verdadero y lo traje, pensando que éste, al sentirse solo, preferiría alguna compañía a no tener ningún pariente, o algún otro animal cercano que simpatizara con él, en su condición de criatura olvidada aquí, entre extraños que no conocen sus hábitos o que no saben qué hacer para hacerle sentir que está entre amigos; pero fue un error ya que empezó a lanzar tales puñetazos apenas vio al canguro, que comprendí que era la primera vez que veía uno. Me compadecí del pobre animalito ruidoso, pero definitivamente no hay nada que pueda hacer para que sea feliz. Si pudiera domesticarlo, pero eso es imposible; cuanto más lo intento, peor me sale. Me parte el corazón contemplar sus pequeñas tormentas de tristeza y pasión. Quise dejarlo ir, pero ella no quiere saber nada. Le pareció cruel e indigno de ella; y quizás tenga razón. Estaría más solo que nunca; porque si yo no puedo encontrar otro, ¿cómo podría hacerlo él?