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A la mañana siguiente, te veías deslumbrante.

Habías traído el desayuno.

Y no había ningún signo de llanto en tu rostro.

Te veías... hueca.

Perfecta.

Y me asustaba.

No te pregunté nada.

Supuse que si algo sucedía, terminarías contándome.

No dije nada cuando me dijiste que estabas lista.

Ni cuando fuimos a la casa de tu padre.

Ni cuando recibiste una fortuna impresionante más un sinnúmero de propiedades.

No eras tú.

The unexpected disaster of Athenea Lander (TaSH #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora