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Después de unos días,

un sobre llegó a mi puerta de hotel.

Habías dejado pagado hasta fin de mes.

Y una parte de mi,

ilusa e infantil,

seguía esperando que tú y tu devastadora sonrisa, apareciesen por la puerta.

No lo hicieron.

Pero, como les dije, llegó el sobre.

Era dinero.

Demasiado. Dinero.

Sin destinatario.

Sin saber de quién.

Aunque la respuesta era muy sencilla.

Y una nota.

Con una simple oración.

«Para que dejes de dibujar a desnudos.»

Sonreí.

Fue inevitable.

Solo tú, Athenea.

Solo tú. 

The unexpected disaster of Athenea Lander (TaSH #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora