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Ambos llegamos a la sana decisión que era momento de irnos.

Había pasado mucho, mucho tiempo.

Yo había perdido la cuenta de los días que había despertado junto a ti.

¡Había perdido la noción sobre cuánto tiempo había dejado a mi tortuga con la vecina!

Y si... mis finanzas también estaban perdidas en alguna parte de nuestro viaje sin sentido.

Habíamos pasado por muchas, muchas cosas.

Como aquella vez en la que despertaste a las 5.00 am para ir a nadar a un lago congelado.

Sin razón alguna.

Con casi hipotermia al salir.

Habíamos perdido mucho.

De igual manera que habíamos aprendido.

Como, por ejemplo: nunca sentarse en la parte de atrás de un autobús.

Tardo exactamente siete minutos para quedarme dormido. Lo cronometraste por una semana entera.

No debemos comprar zapatos que daten del 1800.

El rey de corazones no tiene bigotes. Me lo dijiste estando ebria. 

La orina de gato brilla como árbol de Navidad. Y más cuando la tienes pegada en la ropa.

O, como no tirar dinero a las fuentes.

(Sí, vimos a alguien recogiendo nuestras monedas en la madrugada)

Tantas cosas.

Tantas historias.

Tantas risas.

Y tantas travesías.

Todo lo que volvería a hacer una y otra vez,

con la condición de que fueras conmigo.

The unexpected disaster of Athenea Lander (TaSH #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora