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Fue un 27 de marzo.

Lo recuerdo perfectamente.

El último día que te vi.

Me quedé dormido, sintiendo tu dedo trazar mis facciones.

Sintiéndome completo.

A la mañana siguiente, no estabas.

Y te busqué.

Como un loco.

Como un cuerdo.

De todas las maneras que pude.

No estabas.

Te habías marchado.

Y solo podía culparme a mí mismo.

¿Qué había hecho mal?

¿Acaso no era lo suficiente para ti?

¿Qué, maldita sea, qué había sucedido?

Había perdido a mi inesperado desastre.

Había perdido a Athenea Lander.

Y su nombre,

su precioso nombre,

dejó de sonar.

The unexpected disaster of Athenea Lander (TaSH #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora