"El Rey de Omashu: Parte Uno"

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KATARA

Soñaba que corría entre la nieve en la Tribu Agua del Sur. Los copos blancos caían del cielo como plumas. Nubes de vapor se escapaban de sus labios. Era una niña pequeña, con las mejillas sonrojadas y el corazón desbocado.

Tras de ella corría Sokka, jadeando por el esfuerzo. De pronto, una suave voz familiar la llamaba, llena de calidez.

Era su madre, quien la llamaba desde la lejanía. Katara corría tras la voz, pero era fácil perderla. Gritaba, clamando por ella, pero no obtenía respuesta y de pronto, ya no estaba con Sokka.

Estaba sola.

Cuando comenzó a llorar, sus lágrimas se congelaron en sus mejillas. El hielo comenzó a meterse bajo su piel, trenzándole los músculos. Se sentía débil y desesperada, pero no podía hablar. El hielo la quemaba por dentro. Sobre su cabeza solo había una luna plateada, lejana y gris.

El hielo se agrietaba bajo ella y de pronto, las aguas frías la envolvían como brazos gélidos. La voz de su madre la llamaba desde las profundidades, pidiéndole estar junto a ella.

Katara tenía miedo. Tenía mucho miedo...

Despertó jadeando, con el sol sobre su cabeza brillando como un medallón de oro y el cuerpo empapado en sudor frío y pegajoso. Le tomó un momento recordar dónde estaba y que había pasado.

Sobre ella, proyectando una sobra sobre su rostro estaba Momo, mirándola con sus brillantes ojos verdes.

—Tuve una pesadilla—dijo la muchacha, con la voz entumecida. El animal inclino la cabeza, intentando comprender lo que decía—. ¿Donde están los otros?

El lemur abrió sus alas y salió volando. La chica se incorporó, dándose cuenta que estaba sobre la montura, a las espaldas de Appa. Acampaban junto a un río en medio de un bosque de escasos árboles.

Momo aterrizó sobre el hombro de Sokka, quien sacaba filo a su espada sentado junto al río. Tenía el semblante serio; sus dedos estaban vendados ahí donde el metal caliente los habían quemado cuando intento ayudar a Suki.

—¿Donde estamos?—Katara bajo de Appa con los pies torpes. Sentía que había dormido por años.

—Ah, la princesita se digna a despertar. Ya era hora—reprochó Sokka, mirándola con desaprobación—. No has hecho más que dormir y dormir y déjame decir que tus ronquidos no son agradables. Hemos tenido que comer semillas mientras dormías ¿sabes? Aang no tiene problemas; es mitad conejo y no le importa comer vegetales, pero yo necesito carne...

—¡Sokka!—le interrumpió Katara. Su hermano solía hablar demasiado cuando estaba nervioso o incómodo—. ¿Quieres calmarte? Gracias, ahora ¿Donde estamos?

El chico elevó los hombros. Acarició la cabeza de Momo con desinterés.

—Hemos volado todo el día y la noche entera, y pasamos entre algunas montañas; nos alejamos bastante de la Isla Kyoshi. Estamos cerca de alguna ciudad. Aang dice que podremos descansar y conseguir algo de alimentos.

—¿Donde está Aang?—el chico no se miraba por ningún lado.

—Intenta averiguar una forma de entrar a la ciudad. Estuvo aquí de niño y cree que podemos escondernos de la Nación del Fuego.

Katara tomó asiento a su lado y asintió en silencio. Miro el rostro de su hermano y lo serio que estaba.

—Sokka ¿estás bien?

—Si, si—respondió este—. Solo estaba pensando en Suki... me hubiera gustado pedirle disculpas.

Una sonrisa revoloteo en los labios de Katara.

LIBRO UNO: AGUA [Avatar La leyenda de Aang]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora