KATARA
Omashu era verdaderamente impresionante. Era diferente a Kyoshi, que era una isla pequeña o al Templo Aire que tenía belleza propia, pero opacado por la soledad.
Omashu era un hervidero de actividad y comercio. Los niños corrían por las calles y reían y las madres los llamaban a gritos. Las casas estaba muy juntas apoyadas una en otra, creciendo sobre una colina como una colmena. En la cima de la colina estaba el Palacio del Rey de Omashu y era divisible a simple vista por su colosal e imponente tamaño. Pero de las cosas más sorprendentes era la línea de paquetería.
Toboganes de tierra serpenteante rodeaban las casas y tiendas, transportando pesadas cajas de tierra con paquetes. Los toboganes llegaban a todas partes de la ciudad, extendiéndose por kilómetros y kilómetros.
—Su organizado sistema es lo que hace a Omashu tan eficiente—les comento Aang, mientras subían una empinada calle. A su lado, los paquetes se deslizaban a gran velocidad—. La gravedad los hace bajar y mediante Tierra Control, son enviados de nuevo hacia arriba. Hace cien años, mi amigo Bumi me enseñó que estos toboganes podían usarse para mucho más.
—¿Como para que?—quiso saber Sokka. La enorme sonrisa de Aang hablaba por si mismo.
—Eso es algo que tendrán que ver...
Siguieron subiendo después de eso. Las personas los veían y fruncían el ceño, sin darles mucha importancia. Cada quien tenía sus propios asuntos y dos niños y un anciano no los molestaban.
Katara tampoco estaba molesta con eso. Se sentía segura en la ciudad. Viendo su tamaño y los imponentes guardias que la resguardaban, casi podía estar segura que Zuko no los encontraría ahí.
Al final llegaron a la sima. Aang tomó una de las pesadas cajas de piedra y con Aire Control la puso en la rampa.
—¡Vamo, esto será divertido!—el chico entro a la caja y le dijo a sus amigos que entraran. Katara pensó que sería divertido deslizarse cuesta abajo, así que entro, seguida por Sokka.
Se aferró con fuerza a los bordes, mientras la canasta se balanceaba de adelante hacia atrás. Aang se inclinó ligeramente al frente y la caja se sacudió.
—Hummm—murmuró Katara. No se había dado cuenta que estaban tan arriba y que el tobogán estaba tan inclinado. De pronto comenzó a sentir vértigo—. Tal ve esta no sea una buena idea...
Sin hacer gesto de haberla escuchado, Aang se inclinó totalmente al frente y la caja bajo.
Y Katara perdió el desayuno.
Las casas y hermoso paisaje pasaban a su alrededor como manchones de mil colores. La fuerza la hacía inclinarse hacia atrás y el fuerte viento le golpeaba el rostro como un látigo. Se le revolvió el estómago. Con cada giro, vuelta o sacudida, Katara estaba segura que saldría volando de la pequeña caja.
—¡Ahhh!—comenzó a gritar tan fuerte que sintió que se le desgarraba la garganta. Sokka detrás de ella había perdido la voz, mientras que Aang reía como si hubiera perdido la cabeza.
El corazón de la chica resonaba contra sus oídos. Cada vez tomaban más y más velocidad. ¿Aquella sería la forma en la que morirá? Sería realmente patético...
Pronto, su camino se cruzó con otras cajas que se deslizaban hacia abajo, empujándolos con violencia.
—¡Debemos... detenernos!—se la ingenio para decir. Las manos con las que se sujetaba comenzaban a sudarle.
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LIBRO UNO: AGUA [Avatar La leyenda de Aang]
Fiksi PenggemarEl mundo se encuentra sumido en el caos. La tiránica Nación del Fuego aprovecha la ausencia del Avatar, maestro de los cuatro elementos para expandir su imperio hacía las otras naciones. Los maestros elementales del Reino Tierra y las Tribus Agua se...