Nuevo rumbo

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Ya había pasado casi una semana desde su llegada a Dédalo y de alguna forma Liaw retrasaba su partida

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Ya había pasado casi una semana desde su llegada a Dédalo y de alguna forma Liaw retrasaba su partida. Charleen también disfrutaba de la corta vacación. Con Orietta salía de compras despertando miradas reprobatorias de la gente de la ciudad. Los guerreros las acompañaban y a Liaw lo cargaban de bolsas. Ethan se negaba a ayudar e incentivaba las jóvenes a comprar más, para que Liaw se viese ridículo llevando las pertenencias de las humanas.

Cuando Liaw y Orietta salían solos, Ethan llevaba a Charleen a pasear por la ciudad, a la biblioteca y a los parques. No había más opción, era eso o quedarse vigilándola mientras leía ese absurdo libro sobre los unuas, al que le había agarrado interés; se molestaba cuando ella levantaba la vista de su lectura y le preguntaba si alguna de las suposiciones ridículas relatadas ahí tenían algo de verdad.

Tampoco la pasaba del todo mal. Charleen era una compañía agradable; lo malo: el pasar las veinticuatro horas del día junto a ella, estaba ocasionado que el vínculo que los unía se hiciese más intenso. Se perdía en su mirada y se descubrió a si mismo contemplándola. Su presencia lo llenaba de satisfacción.

Charleen miraba el cielo nocturno desde el balcón de su habitación

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Charleen miraba el cielo nocturno desde el balcón de su habitación. Contemplando con melancolía las estrellas. Recordaba cuando las observaba desde la playa, echada sobre la arena, perdiéndose en el sonido de las olas rompiendo contra el acantilado, hasta que el llamado de su tío la interrumpía. Él siempre iba a buscarla cuando se hacía de noche y el tiempo se le escapaba pensando e inventando miles de aventuras; y ahora las vivía. Su sueño se realizaba, aunque mantenía la sensación de que en cualquier momento se oiría el llamado de su tío y despertaría en su pueblo.

—Acá afuera eres blanco fácil de cualquiera. —Ethan le habló desde la puerta, sintiendo al viento que mecía las cortinas y el cabello Charleen chocar contra su rostro.

—No puedo vivir con miedo siempre. Estuve un poco paranoica los otros días, pero me di cuenta que no hay razón, tu no vas a dejar que me pase nada.

Ethan caminó hacia ella. Sintiéndose nuevamente atraído, se colocó a sus espaldas y apoyó las manos en el barandal, abrazándola indirectamente, con la excusa mental de protegerla.

El tesoro de Charleen (Foris #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora