13. Rabias

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Un corazón no sana de la noche a la mañana...

Me levanto con sed y son las cuatro de la mañana, bajo y saco agua de la nevera y me sirvo, pero el vaso se me resbala.

—Mierda— y lo peor, ando sin zapatos—. Si soy pendeja, ¿ahora cómo recojo está vaina? —busco el trapeador y la escoba, como puedo paso el trapeador pero unas manos frías se colocan en mi cintura—. ¡La que te parió, mierda!—grito asustada, se me salió en español.

—¿Qué hiciste?— niego.

—Se me cayo una vaina ahí, tranquilo— frunce el ceño, lo colombiana sale a relucir en mi—. Dale para arriba, estas descalzo.

Me carga y coloca en la encimera como niña, con un trapo se vuelve la mano y recoge los vidrios, los echa en la basura junto con el trapo ese y trapea el suelo en silencio.

Saca otro vaso y me sirve agua. La tomo de un tirón y se lo doy de vuelta, sirve para él y lo toma entero.

Me tiende la mano para ayudarme a bajar y envuelvo mi brazo en su cuello para que me cargue, me toma por debajo y vuelve a colocar el trapeador y la escoba en su sitio para subir conmigo las escaleras.

Nos acostamos en la cama y nos volvemos a dormir.


Siento a Sebastien murmurar cosas incoherentes y eso me despierta.

—Hija, Gabi, no corras— susurra entre sueños—. Gabi, no te vayas, por favor. ¡Hija!—grita y se levanta de golpe.

Veo que se limpia una lágrima que corre por su mejilla, se la limpia y al darse cuenta que lo miraba se endereza.

—Siento despertarte— me dice y niego.

—Perder a alguien que amas es difícil, Gabrielle era clave en tu vida— me digo mirándolo y él asiente—. Nunca las vas a olvidar solo vivirás con eso.

—Es difícil, aún me cuesta— dice atrayéndome hacia él—. Era mi hija— confiesa y yo asiento.

—Lo sé— susurro—. No sé cómo se siente eso, ni quiero sentirlo, porque debe ser...

—Desvastador— admite.

Creo que es momento de que responda mis preguntas.

—¿Estuviste casado con Agatha por Gabrielle?— asiente.

—Su papá me puso entre la espada y la pared, si no nos casábamos nunca vería a mi hija. Cuando se murió su papá le pedí el divorcio y la mitad de la custodia de mi hija.

Asiento.

—¿Qué le pasó?— frunce el ceño.

—¿A Gabi?— asiento— Se cayó y se golpeó la cabeza muy fuerte, tuvo una fractura craneal que la llevó a un derrame el cual le provocó la muerte.

Parpadeo repetidamente, es difícil, tengo ganas de llorar y no mi niña, siento una inmensa tristeza.

—Se parecía mucho a ti— asiente.

—Muchísimo, era muy parlanchina. Amaba jugar a las escondidas y hacerme dibujos— me comenta sonriendo—. Si te soy sincero, amo a mi hija con mi vida, si pudiera haber disfrutado más mis momentos con ella lo volvería a hacer.

Una lagrima me corre por la mejilla y la limpio con rapidez. Nunca pensé oír hablar a este hombre con tanto amor de una niña.

—¿Gabrielle por qué?— le pregunto mirándolo.

Coco Chanel se llamaba así. Era un icono de Francia y me gustaba la historia de ella, así que cuando nació mi hija la llamamos así— asiento con una sonrisa mirándolo con asombro.

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