21. Malestares

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Esa esencia, esa, es lo que me gusta de ti, tu rebeldía, es lo que me vuelve loco.

Nuestra estadia en Tailandia acabo con buenas experiencias. Nos bañamos en la playa, nos emborrachamos, follamos, comimos, dormimos, de todo.

—Estas roja— asiento. Me duelen los hombros.

Me acuesta en la cama del avión y rebusca algo en su bolso. Crema. Él simplemente me desnuda y me voltea.

Coloco crema en mi espalda y duele un poco.

—Cuidado que me duele— susurro.

—Tú no te puedes broncear, mi amor— me dice riendo—. Eres blanca, si tomas mucho sol te podrás pescar una enfermedad.

El frío del aire acondicionado me ayuda bastante ya que me refresca con ayuda de la crema.

Sus dedos trazan mi espalda y me estremezco de las cosquillas.

—Sabes que cuando era niño me tacharon de nerd en la escuela— me comenta en una mueca.

—¿Lo eras?

—Toda la vida me ha encantado estudiar— comenta—. Leer fue y es mi escape. Mi carrera es, básicamente, leer y analizar.

—¿Y en la secundaria?— menea su cabeza.

—Tambien, sólo que me junté con quién no era y conoci los vicios. Las drogas, el cigarrillo, el sexo, el alcohol.

—¿El sexo es ti vicio?— asiente mirándome.

—No soy un ninfomano, pero el sexo es riquisimo— se rie—. Más sin embargo no me arrepiento de haber hecho todo como lo hice. Recuerdo que siempre me ofrecían marihuana, yo decía que no— dice con obviedad—. Hasta que decidí irme de mi casa, ahí comence a consumir, sin embargo yo fumo desde los catorce. Con cigarrillos lo hago esporádicamente, cuando estoy en calle y no tengo que aspirar.

—El día que tuviste la sobredosis— menciono el incidente por primera vez—. Tus hermanos dijeron que eso ya había pasado.

Se sonríe y asiente.

—Nunca, oyeme bien, nunca pruebes drogas, princesa. Eso es de locos— me dice y yo feunzo el ceño—. Eso me ha pasado tres veces, contando la ultima. La primera a los diecisiete por exceso, la segunda fue el dia después de que murió Gabi, que fue realmente un intento de suicidio fallido gracias a Tya y la última fue por Gabi, otra vez— mis ojos se llenan de lágrimas ante eso.

—¿Tu-tu eres-eres ca-capaz de suicidarte?— asiente en un suspiro.

—Yo también tengo tendencias, Alice. A mi fue el que más me pegaron los problemas— confiesa—. Lorian llegaba en las noches y el no termino de estudiar por sus negocios. Marciel se perdía con alguna puta por allí y quedaba sólo yo en la casa con los chicos— se encoge de hombros.

—Tu asumiste lo que debian haber asumido ellos y más— dijo entre lágrimas.

—No llores, princesa. Ya ni yo lloro por eso— me sonríe—. Ya eso pasó, no lo volveré a vivir, nunca.

—¿Como fue cuando te fuiste de ti casa?— hace una mueca y se ríe.

—La tercera guerra mundial. Mi papá me dijo: “Si sales por esa puerta no te quiero ver más aquí”— dice acostandose a mi lado— y hasta el sol de hoy no me he vuelto a quedar en su casa. No creas que me fui resuelto. Me quede con Tya en un motel los primeros días.

—¿Por que no te llevaste también  a los gemelos?— digo con curiosidad.

—Yo planee todo bien con ellos antes de irme. Me lleve a Tya porque ella en ese momento tenía una noviecita y ella siempre ha sido menos llevadera que los gemelos. Los tres preferimos que me llevara primero a Tya— cuenta —. Luego cuando ya tenía un departamento los gemelos se fueron conmigo. Ellos tenían su cuarto y Tya el suyo al igual que yo.

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