7. Gabrielle

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«Las heridas nos recuerdan que el pasado es real»

Sebastien Aubriot

—Dame diez días y tu dinero estará en tu cuenta, Sebastien— asiento sarcástico.

—Más te vale imbécil porque si no te fundiré a tiros—cuelgo furioso el teléfono.

Tomo mi tablet y abro la aplicación que tengo para rastrear a mi muñeca cuando está en calle. Está en la avenida, ¿qué         Baby cojones hace en la venida? Si en la avenida hay solo una clínica.

Me desespero y tomo el teléfono con las manos temblorosas. Un timbrazo, dos timbrazos y tres hasta que me contesta.

—¿Dime?— su voz me calma.

—¿Dónde estás, Alice? — le pregunto con suavidad.

—Pues estoy aquí en la clínica con Sophie y la ginecóloga ¿tú?— evito soltar un suspiro aliviado.

—¿Está todo bien?— pregunte.

—Perfecto, ya estamos terminando en unos veinte minutos estoy en la casa.

Me despido de ella y le cuelgo. Mi corazón late rápido y asustado. Prepare un porro y lo fumo con calma.

Aspiro y suelto, repito la acción mientras reviso mis cuentas bancarias. Conecto la computadora al televisor grande que tengo en el despacho y miro los planos del depósito mientras me fumo el tabaco.

—Por aquí hay una salida— susurro señalando con mi dedo—. Otra por acá— señalo lo que parece ser una ventana. Cámaras de seguridad en las esquinas.

Me preocupan son las alarmas, esas putas alarmas y las puertas con cerraduras electrónicas. En ese depósito estan unos materiales de distintos equipos electrónicos que al mercado negro se venden genial.

Apague el porro mientras en mi cabeza sigo maquinando el robo. Me concentro totalmente en lo que hago, si no las cosas no salen bien.

Sentí unas pequeñas manos envolverme desde atrás y supe inmediatamente quién era, acaricie su mano mientras pensaba.

¿Cuantas cajas serán? Por el tamaño de una caja promedio y los metros cuadrados de ese depósito deben haber alrededor de doscientas cajas, pero solo nos llevaremos unas setentas.

—Esas cajas deben ser de tamaño mediano— digo para mí mismo.

—Depende qué tipo de aparatos electrónicos—dice Alice mirando el plano.

—Teléfono, computadoras, cámaras más que todo podemos con eso— miento, me siento mejor con la idea de que no sepa— ¿Cómo está el bebé?

Mi pregunta la sorprende, ella asiente y yo le doy una corta sonrisa.

—Es lindo ir a esas cosas, nunca había presenciado una, es un momento bastante emotivo— sonrio con nostalgia mientras cierro los ojos, mordiéndome la lengua para no soltar un comentario idiota.

—Me imagino, aún recuerdo cuando fui al de Tya y tenía como cuatro años— rio.

La miró detalladamente y veo que sus clavículas se marcan más, se sus mejillas regordetas son menos regordetas.

—¿Qué comes cuando salgo?— le pregunto sin disimulo.

— Comida— niego.

—No me gustan las clavículas marcadas ni mucho menos un cuerpo falto de curvas. Odio a las modelos por eso— le comentó tocando su clavícula.

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