Capítulo 30

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NARRA BLAIR

—Papá estoy bien —dije por tercera vez—. Ya estoy volviendo a casa en el coche de la directora.

—¿Seguro que no tienes nada roto?

—Nada de nada.

—¿Y no tienen que hacerte más pruebas ni nada?

—Solo ha sido una patada, papá.

—¡Pero si te quedaste tendida en el suelo! —gritó y separé el móvil de mi oreja.

—¿Por qué no me haces caso?

—Quiero hablar con Aaron.

—¿Cómo?

—Venga, pásamelo.

Miré a Aaron durante unos segundos y luego le di el móvil.

—Señor —le saludó sorprendido.

¿Por qué querría hablar con Aaron? ¿No se fiaba de mí?

—No ponga esa cara, señorita Miller. Todos los padres son así —me dijo la directora mirándome desde el espejo retrovisor—. Cuando sea mayor, hará lo mismo.

—¿Y se va a fiar antes de él que de mí?

Se encogió de hombros y esbozó una sonrisa divertida.

—De acuerdo, señor. Hasta luego.

Aaron me devolvió el móvil con una sonrisa rara en los labios.

—¿Papá?

—Pórtate bien. Te quiero —se despidió y colgó antes de que pudiera responder.

—Será... —murmuré mientras guardaba el móvil en el bolsillo y miré a Aaron—. ¿Qué te ha dicho?

—Nada importante.

—¿Nada importante? ¿En serio?

—Cosas de hombres, Miller.

—Tú eres de todo menos un hombre, McMullen —contesté a la defensiva y me crucé de brazos.

Llegamos a la escuela minutos después y la directora aparcó el coche en su plaza reservada.

Abrí la puerta del coche y salí de él enfadada aunque todo ese sentimiento fue sustituido por un dolor insoportable. Mi pierna falló y empecé a perder el equilibrio, pero Aaron me agarró.

—¿Estás bien? —me preguntó preocupado.

—Creo que ya se me ha pasado el efecto de los analgésicos.

-A -lo mejor debería pedirle unas muletas o algo, señorita Miller —sugirió la directora.

—No se preocupe, yo me encargo —respondió Aaron en mi lugar, me agarró de la cintura y de las piernas y me levantó del suelo.

—¿Está seguro?

—Si no pesa nada.

Y antes de que pudiera decir nada, se puso en marcha.

—¡Gracias! —le grité a la directora.

—Eres una chica muy educada —comentó divertido.

—Y tú eres un traidor.

—¿Y eso por qué?

—Porque no me quieres decir lo que te ha dicho mi padre.

—Si te lo dijera, entonces me mataría.

—No te va a matar, le caes bien —contesté molesta—. Cosa que no entiendo muy bien porque con lo tonto que eres.

—Pues que yo recuerde, tú eres la chica de un tonto.

Miller vs McMullen (Edición 2022)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora