CAPITULO 41
Aspire aire, esto tenía que ser una broma.
El Sr. Mikaelson me miraba fijamente y con aspecto molesto, obviamente esperaba una respuesta. Una respuesta que yo no tenía. ¿Cómo se explicaba toda nuestra situación? Ni siquiera yo la entiendo. Busque y rebusque las palabras correctas para decirle pero simplemente no me venían a la cabeza, estaba completamente en blanco.
--Señor… --- comencé a decir – antes que nada, quiero que sepa que amo a su hijo y jamás haría nada para lastimarlo. Sobre lo de Alexander, Ian está al tanto de todo. Cuando comencé mi relación…
-- ¡Espera que crea que mi hijo está consiente que le vean la cara de tonto! – gritó interrumpiéndome. Di un pequeño respingo por el grito.
--Le pido se calme y no grite. – quería llorar pero estoy segura de que lo vería como un chantaje, así que me guardé mis lágrimas para otro momento.
--No me diga que hacer en mi oficina! – volvió a gritar. – Quiere que me quede callado mientras usted le ve la cara de idiota a mi hijo. Mientras que a él le dice amarlo y apenas se da la vuelta se va y se revuelca con el primero que se le cruza! – me levanté de mi silla de golpe.
--Eso sí que no Señor! – Grité yo también -- Que sea el padre de Ian no le da ningún derecho de hablarme así.
--Cállese – volvió a gritar – Y todavía altanera! -- se levantó de su silla y comenzó a caminar por la oficina. – Le voy a decir lo que va a hacer… -- dijo en tono demandante, lo que me sacó aún más de mis casillas.
--No señor, le voy a decir yo lo que voy a hacer. Voy a salir de esta oficina con la frente en alto porque no hice nada malo. Ian está enterado de lo que tuve con Alexander desde el momento en que lo conocí, nunca lo he engañado ni con Alexander ni con nadie y si usted no me cree es su problema no el mío. Si va a acusarme de algo más o a gritarme se lo puede ahorrar porque no me interesa escucharlo. Y si quiere hablarle a Ian para que se una a esta singular charla puede hacerlo, no tengo nada que esconder. Pero si no es así me retiro. Que pase buena tarde Señor.
--Srita. Fitzgerald, Cómo se atreve a hablarme así? – preguntó enojado
-- De la misma forma en que usted se atrevió a ofenderme de tal manera. – respondí mirándolo directo a los ojos. Dicho salí de la oficina dispuesta a hablar con Ian. Casi llegué corriendo y entré sin tocar ya que la puerta estaba abierta y lo que vi me sacó el aliento. Ian estaba a un lado de su escritorio besándose con Sandra. Sentí que la sangre me hervía, no pude contener más las lágrimas y estas rodaron por mis mejillas.
--Ian … -- dije con apenas un hilo de voz. No sé cómo pero él me escuchó y empujó a Sandra lejos de él. Sandra me miró y sonrió sínicamente.
--Hannah yo… --comenzó a decir Ian
--Cállate. --- lo interrumpí. Me acerqué a ellos, me limpie las lágrimas y me paré justo entre ellos y miré a Sandra. Con los tacones estaba casi a su altura.
--Maldita perra! – dije mientras le estampaba la mano en la cara. Me sentí tan bien, estaba a punto de darle otra cachetada cuando Ian me tomó de la cintura y me alejó de ella justo en el instante en que ella también me daría una.
-- Lárgate, maldita zorra! – grité
--Ian! – gritó ella tocándose la mejilla. – Vas a permitir que me hable así?
Ian me soltó y la tomó del brazo llevándola casi a rastras hasta la puerta.
--Qué no escuchaste? Lárgate! – dijo mientras la sacaba de la oficina y le cerraba la puerta en la cara. Después se giró y caminó hacia mí.
-- No te me acerques. – le dije apuntándolo con mi dedo. – Esto es demasiado, Ian. Esto ha sido demasiado. – se me quebró la voz. Me miró y se veía destrozado.
Yo sabía que él no tenía la culpa, probablemente esa arpía lo beso a la fuerza o lo manipuló. Simplemente me negaba a creer que Ian me traicionaría de tal forma. Pero haber peleado con su padre y después encontrarlo con esa, simplemente era demasiado. En este momento odiaba a todo mundo, inclusive a él.
--Hannah, déjame explicarte. – dijo con su ojos azules llenos de lágrimas.
--No quiero que me expliques nada. No quiero escucharte, no quiero verte. Me voy. – dije y caminé hacia la puerta y me detuvo del brazo.
--Ian, suéltame.
--Hannah, por favor.
-- No, Ian. Por favor nada! – alcé la voz a pesar de que no quería hacerlo. – Primero tu papá me llama para ofenderme, vengo para hablar contigo al respecto y me encuentro con esto. Perdón pero no puedo, es demasiado.
--Hannah, tienes que… -- dijo y me miró confundido. –Espera, te peleaste con mi papá?
--Sabes qué Ian, váyanse a la mierda! – grité y las lágrimas brotaron de mis ojos. – Tú, Sandra, Alexander y tu padre. Todos váyanse a la mierda! – me solté de su agarré y salí de la oficina azotando la puerta.