3er capitulo . Contado por Alexander.
Estaba preparado para todo, para todo menos para lo que paso.
Era un tarde normal, hablaba por teléfono con mi secretaria. Recuerdas a Allison? Nunca se llevaron bien.
Entonces tocaron a mi puerta. Juro que no esperaba que fueras tú.
Abrí la puerta sonriendo por la conversación tan tonta que estaba teniendo. Y entonces te vi, ahí parada, justo delante de mi, y me miraste con tus pequeños ojos negros y mi sonrisa se desvaneció. Te veías tan pequeña, tan frágil, tan decaída. Allison seguía parloteando por teléfono pero ya no le presté atención.
—Hola – susurraste. Corte la perorata de Allison y colgué. No supe si me contestó o si siquiera había entendido lo que le había dicho. Ni siquiera recuerdo lo que le dije.
Estabas palida y tenías ojeras y te note más delgada.
Me aclaré la garganta aún así no creí poder hablar, así que lo hice otra vez.
—Hola –dije y me sorprendió lo tranquilo que soné.
Habían pasado ya tres semanas, quise llamarte, lo intente varias veces pero nunca supe que iba a decirte si me contestabas.
—Solo vine a recoger mis cosas – dijiste fríamente y entraste a la casa sin esperar respuesta y sonreí porque hacer eso era tan propio de ti. Fuiste directo a mi habitación, te seguí hasta ahí pero no entre me quede recargado en la puerta, observandote. Tomaste una bolsa grande y metiste la poca ropa que quedaba tuya en el closett y tus perfumes. Cuando ya tenías todo listo, notaste que te estaba mirando y tus mejillas se llenaron de color. A pesar de todo, había extrañado eso de ti. Siempre te sonrojabas por todo.
—Intenté llamarte– dije casi en un susurro. Me miraste y pude ver el dolor en tus ojos.
—Pero no lo hiciste– tu voz sonó con rencor y reconozco que merezco que me trates lo más mal que puedas. No supe que decir, así que dije la verdad.
—No sabía que decir– suspiré, ése siempre había sido siempre mi problema nunca había sabido que decirte. Tu no eras de las chicas que querían que les dijeran lo obvio, lo que querían oír. A ti te gustaba escuchar la verdad, aunque doliera.
—Tal vez porque ya dijiste todo lo que tenías que decir. Y me ha quedado muy claro.
Tus palabras y la forma en que lo dijiste me dolieron. Así que cambie de tema.
—He preguntado en tu trabajo por ti y me han dicho que no has ido en un tiempo– en realidad me habían dicho que te reportaste enferma pero quería que me lo confirmaras. Sin embargo mentiste.
—He tomado vacaciones –dijiste otra vez en tono cortante.
—Eso no es lo que me han dicho
—Pues te han mentido
Instintivamente di un paso hacía ti y tu retrocediste, rogándome con la mirada que no lo hiciera, sin embargo lo hice. Di otro paso y esta vez permaneciste en tu lugar, así que me acerqué lo que faltaba, te tome de la cintura y te besé.
Te quedaste quieta, empecé a mover mis labios sobre los tuyos y me diste paso a tu boca. El sabor de tu boca era justo como lo recordaba, a fresas.
Cuando me aparte vi una lágrima correr por tu mejilla. Y odie haberte besado, no quería darte esperanzas, no quería que te ilusionaras. Limpie tus lágrimas y suspire por el dolor que iba a causarte una vez más con las palabras que iba a decirte.
—Lo siento–dije y se me quebró la voz, tome aire y continúe –siento todo lo que paso, siento haberte lastimado, siento haberte roto el corazón. Y sobre todo, siento no amarte.
Tu mirada cambio en cuanto escuchaste lo último y nuevas lágrimas rodaron por tus mejillas. Te las limpiaste, tomaste el bolso que estaba en la cama y me miraste.
–Y yo siento tanto amarte como te amo.
Me dolió escuchar eso, saber que después de todo lo que había hecho y lo que acababa de hacer, a pesar de todo eso tu aún me amabas.
Y no me lo merecía. No me lo merezco.