8vo Capítulo. NO ME MIENTAS, POR FAVOR, NO LO HAGAS...
(contado por Hannah)Aspiré aire tratando de calmarme. Me dirigí a donde estaba Ian y lo abracé, él pasó su brazo por mi cintura y me apretó más contra él, después me dio un beso en la frente. A pesar de eso seguía mirándote fijamente, esperando tu respuesta.
—No pasa nada cariño –dije tratando de sonar despreocupada –el Sr. Donovan me acompañó a tomar un poco de aire.
Ian frunció el entrecejo.
—Parece que el que no se siente bien es él–dijo Ian –Alexander?
Te paraste derecho y sonreiste.
–No, estoy bien, sólo un poco abrumado. Tengo que volver con Lucy.
Dijiste distraídamente, era obvio que pensabas en nuestra pelea.
—Gracias, Sr. Donovan, por la compañía.
Dije con voz dulce.
Miraste a Ian después a mi, sonreiste y entraste al restaurante. Me separé de Ian.
—Vamos, entremos. Tu padre debe de estar esperándonos. –dije mientras caminaba a la entrada. Ian me detuvo del brazo.
–¿Hannah? –no, por favor, ahora no. No sabía que tanto había escuchado de nuestra conversación. Y ahora no era el mejor momento para que me pidiera explicaciones. Estaba cansada de discutir. Y lo menos que quería, era discutir con Ian por ti.
—¿Qué pasa? –dije dándole una sonrisa falsa. Aunque era claro que no me ganaría el premio Nobel a mejor actriz.
—Creo que tenemos que hablar.
Tragué saliba, esto iba de mal en peor.
—Claro, cariño, hablemos adentro.
Dije otra vez caminando a la entrada.
—Hannah, por favor –me detuve en seco, era obvio que no me iba a librar de esta. Me giré para quedar de frente a él.
—¿Qué pasa, Ian? –él soltó el aire, cerro los ojos pero los abrió en seguida. No supe interpretar su mirada.
—De qué conoces a Alexander? –ahí estaba la pregunta del millón. Suspire. No quería mentirle. Sin embargo, no quería hablarle de ti. No quería que supiera que te amo.
—De qué hablas, cariño? Sí lo acabo de conocer hace 5 minutos.
Me miró directo a los ojos.
—No me mientas, por favor, no lo hagas.
–Ian, yo no...
–No digas que no lo conoces– me interrumpió. Suspiró y clavó su mirada en mi rostro. –sólo contestame una pregunta; ¿por qué quieres odiarlo?Suspire.
Ian me miraba directamente a los ojos y en su mirada veía cansancio y dolor.
A pesar de que teniamos poco, Ian se había ganado mi afecto, más que eso, se había ganado mi cariño.
Me había sacado de la gran depresión en la que me habías dejado. Lo rechace varias y a pesar de eso siempre estuvo para mi. Hace dos semanas, cuando acepté ser su novia, decidí que era momento de avanzar. Y decidí darle una oportunidad, más que a él, a mi. Y no era justo que le hiciera esto y mucho menos que se lo hiciera por ti.
Así que decidí decirle la verdad.
—Escucha, Ian... –cerré los ojos y tomé aire. Esto era más difícil de lo que pensé.
– Es Alexander, ¿cierto?
—¿De qué hablas? –pregunté, aunque ya sabía a lo que se refería.
—Es Alexander por quien estabas deprimida cuando te conocí hace dos meses y medio.
Me tragué el nudo que tenía en la garganta.
—Sí –solté en un suspiro. Esperaba que Ian se enojara por haberle mentido sobre que no conocía a Alex, esperaba que me gritará, incluso esperaba que me dejara ahí sola. Pero lo que hizo me sorprendió aún más.
Se acerco a mi y me abrazó.
Y me di cuenta en ese momento que eso era lo único que necesitaba, que alguien me consolara.
Sentí que me quitaban un peso de encima y lo abrace con fuerza.
Una lágrima rodó por mi mejilla e inmediatamente la limpie.
–Llora, cariño –susurro Ian, dándome un beso en la frente.
—No – dije y se me quebró la voz.
–Tienes derecho a llorar, Hannah
–Pero no quiero hacerlo, no quiero llorar por él.
—Entonces no lo hagas. Llora por ti, limpia tu alma con el llanto.
Sonreí al escuchar eso.
—¿Desde cuando eres tan filósofo?
—Desde que me enamore de Hannah Fitzgerald.
Eso me tomó por sorpresa y me separé de él. Después de lo que había pasado esta noche era lo que menos esperaba.
–Ian, yo no... yo no se... –no sabía que decirle, no podía decirle que lo quería por que no era verdad, no de la forma que él quería. Y no quería mentirle, ya no. Ian sonrió.
–No tienes que decir nada, Hannah.
–Pero...
–Escucha, no te pido que me jures amor eterno. Simplemente te digo lo que siento.
—Sólo dame tiempo, Ian. Sólo necesito tiempo.
Me acerqué a él, enrede mis manos en su cuello y lo besé. Él me apretó mas contra su cuerpo y sonrió mientras me besaba.
Y me sentí tan feliz como no me había sentido en mucho tiempo.