CAPITULO 30
VAS A VOLVER CONMIGOEstaba segura de lo que debía responder pero no podía, parecía haberme quedado muda. Mi mirada iba de Ian hacia ti, una y otra vez. La verdad es que nunca esperé estar en una situación como esta, ni siquiera parecida.
Ambos esperaban una respuesta, una respuesta que haría sufrir a alguno de los dos. Una respuesta que incluso a mí me dolía. Una respuesta que no quería decir.
Me preocupaba Ian, mi mirada estaba fija en él. Y a pesar de que se veía confiado, en su mirada había un poco de tristeza, trataba de ocultarlo pero yo lo notaba.
Me levanté lentamente, y me acerqué a la puerta. Yo no podía hacer esto, no podía romperle el corazón a ninguno de los dos sin importar lo que hayan hecho o como eran. Simplemente no podía.
Abrí la puerta y te miré y luego a Ian quien, ahora, reflejaba una profunda tristeza y sentí una punzada en el corazón, yo lo estaba haciendo sufrir.
--Quiero que se vayan...—me aclaré la garganta y no pude evitar derramar una lágrima – Los dos. Quiero que se vayan los dos.
--Hannah, necesito una respuesta – dijiste en tono frío. No lo soporte más.
-- Me importa un carajo lo que necesites, Alexander. ¡Quiero que te largues de mi casa y quiero que te largues ya! – grité un poco al final porque estaba a punto de perder la compostura. Solo quería irme a la cama a dormir o a llorar lo que sea que me venza primero.
Me miraste fijamente y caminaste hacia mí, trataste de tocarme pero me alejé.
--Vas a volver conmigo, Hannah. Lo harás. – dijiste mirándome a los ojos.
-- Eso no lo decides tú. – dije. Sonreíste y después te fuiste. Miré a Ian, quien estaba tomando su maletín para irse.
--Lo siento, Ian, lo siento tanto. – cerré la puerta y corrí a sus brazos y, como siempre, me estrecho en ellos.
--Está bien, cariño. – dijo y besó mi frente. Me separé de él, tomé su mano y lo guie a mi cuarto. Cuando llegamos hice que se quitara el saco, la corbata y los zapatos para que se recostara en la cama, lo hiso sin decir palabra. Me quité el vestido, quedándome solo en ropa interior, me miró fascinado. Me subí a la cama y me acurruqué a su lado. Te juró que no me había sentido tan feliz desde hace tiempo como me sentía en este momento, a pesar de ti y de todo lo que pasó hoy, a pesar de todo. Alcé el rostro y mis ojos se encontraron con la mirada de unos preciosos ojos azules que irradiaban amor. Y así estuvimos, abrazados, haciendo el amor sin hacerlo, queriéndonos con la mirada. Sintiendo nuestras respiraciones empecé a quedarme dormida.
--Te elijo a ti, Ian. – susurré antes de dejar que el sueño me venciera. No supe si me escuchó o si estaba despierto siquiera. Y no me importo, porque se lo repetiría por la mañana y todos los días si era necesario.Cuando desperté lo primero que hice fue buscar a Ian pero él no estaba. Me levanté de golpe y miré toda la habitación pero no lo encontré, cuando salí de la habitación lo vi saliendo del baño con el cabello mojado, con el mismo pantalón de ayer y sin camisa. Era una vista muy, muy agradable de admirar, creí que se me saldría la baba cuando me miró y sonrió mostrando su perfecta dentadura.
--Buenos días, cariño. – dijo mientras caminaba hacia mí, cuando lo tuve suficientemente cerca puso su mano en mi cintura y me sorprendí un poco al sentir su mano fría en contacto con mi piel, entonces me di cuenta de que seguía semi-desnuda, no pude evitar sonrojarme. A pesar de lo de anoche aún me daba pena que me viera así, Ian lo notó, sonrió y se tapó los ojos con la otra mano y acercó su rostro al mío para darme un beso. Como no veía me lo dio en la mejilla, me paré de puntitas para ayudarle, agarré la mano con la que se estaba tapando los ojos y la puse en mi cintura y enrede mis manos en su cabello, el beso empezó a subir de tono, me tomó de las piernas y me alzó, rodeé su cintura con ellas, Ian empezó a caminar y cuando llegamos a la cama me recostó lentamente y se puso encima de mí. Empezó a pasear su mano por mi costado, recorriendo mi cintura hasta el muslo y regresando hasta mi hombro, yo no podía parar de besarlo, puso una mano en mi espalda y con un movimiento rápido desabrocho mi sostén, no quise pensar en cómo había obtenido tanta agilidad para hacer eso sin ver, cuando estaba a punto de quitármelo tocaron la puerta. Esto tenía que ser una broma y una muy mala. Ian se detuvo y pegó su frente con la mía.
--Tiene que ser una broma. – dijo susurrando. No pude evitar reírme. Se levantó y se abrochó el cinturón, el cual no me había dado cuenta que se había desabrochado, me levanté y volvieron a tocar más fuerte. Ian se acercó a mí y me abrocho el sostén, recogió su camisa del piso y me la tendió para que me la pusiera.
--¿Te molesta si abro la puerta?
--No adelante. Ahora salgo. —dije, él salió de la habitación. Su camisa me quedaba enorme. ¿Has visto las chicas que salen en las películas?, esas que se ponen la camisa de su chico y les quedan perfectamente a la altura de los muslos. Bien, pues definitivamente no soy como esas chicas, soy alta y aun así me quedó enorme, casi me llegaba a las rodillas. Nada sexy.
--¡Oh Dios mío! – escuche un grito y la voz que podría reconocer aunque estuviera agonizando. Caroline.
Salí corriendo a la sala y ahí estaba ella, tocando el abdomen de Ian mientras este se reía.
--Caroline, deja de tocar a mi novio. – me miró de mala gana y me hizo un gesto.
--Hola mamá, ¿Cómo estás? – dijo imitando mi voz. – Oh! Bien, hija, ¿Y tú? – dijo mientras le sonreía a Ian.
-- Mamá, ¿Qué haces aquí?
--Ah,ah,ah. No me cambies el tema jovencita. ¿Cómo es que sigues siendo virgen teniendo este mango en tu casa y sin camisa?
--Caroline, yo no soy vir… -- me di cuenta de lo que iba a decir y mejor me callé.
--Yo... – habló Ian, se aclaró la garganta y continúo – Yo prepararé café.-- Sonrió y se fue a la cocina.
--¡Y además prepara café!— gritó Caroline entusiasmada
--¡Oh Dios! Caroline, ¿podrías comportarte?
--¿Pero qué dices? Si esto no se ve todos los días. Quiero uno para Navidad. – dijo mientras me guiñaba un ojo.
-- ¿Me vas a decir a que viniste?
--Cierto. Me llamó Alex anoche. – hizo mala cara cuando dijo tu nombre.
--¿Alex? – dije sorprendida. Te atreviste a hablar con mi mamá a pesar de que sabes que nunca le has caído bien. No se cómo debía tomar esto. Algo nada bueno, eso estaba claro. Tome del brazo a Caroline y la llevé hacia el sofá, hice que se sentara y eche una vistazo a la cocina para ver si se veía Ian, cuando confirme que no me senté a lado de mi mamá.
--¿Qué quería? – susurre para que Ian no escuchara. Mamá frunció el ceño.
--¿Por qué susurras? – dijo casi gritando.
--No quiero que Ian se enteré de que Alex te llama. No quiero que mal interprete las cosas. – volví a susurrar y le hice un gesto para que hiciera lo mismo.
--Oh. Está bien. Me llamó anoche, quiere que coma con él. – estaba claro que mamá no sabía susurrar. Casi podía jurar que Ian la había oído hasta la cocina.
--¿Qué? – grité.
--¿Qué no estábamos hablando en secreto? – dijo Caroline.
--Obviamente le dijiste que no, ¿verdad? – ignoré su pregunta y volví a susurrar.
--No sabía que tenía que decirle que no. – dijo mirando hacia otro lado.
--¿Es en serio, Caroline? No tienes nada que hablar con mi ex. Nada. No puedes ir a comer con él.
--Hija, si quieres que esto que estamos hablando siga siendo secreto creo que tienes que dejar de gritar. – dijo “susurrando”. No me había dado cuenta de que seguía gritando.
--Sólo dime donde se quedaron de ver.
-- Am, sí. En el restaurante de Jhon, por cierto ¿sabías que su hija ya se casó? Su boda fue en grande, me hubiera gustado haber ido pero...
--Caroline! Concéntrate. ¿A qué hora?
--Si me sigues diciendo Caroline no te diré nada! – dijo fingiendo estar molesta.
--Está bien, mamá, por favor.
--A las tres y media. Me dijo que haría reservación a su nombre, que si no estaba lo esperara. Ya tengo que irme, tengo cita en el salón de belleza. Nos vemos querida. – se levantó y se fue corriendo a la cocina, segundos después salió colgada del brazo de Ian.
--Nos vemos querido. Un día de estos tenemos que ir a cenar los tres juntos.
--Será un placer, señora.
--Oh Dios, no, de señora nada. Dime Caroline.
-- De acuerdo, Caroline. – mamá le dio un beso en ambas mejillas, se despidió de mi con un gesto de la mano y se fue. Por fin. Me acerqué a Ian y le rodeé la cintura con los brazos, alcé la cara para poder ver sus lindos ojos.
--¿En qué estábamos? – dije mientras le besaba la barbilla. Sonrió y me dio un buen beso, después torció el gesto.
--Me ha hablado papá, tengo que ir a la oficina. – hice un mohín.
--Ni hablar. – dije. Me separé de él y empecé a caminar hacia la habitación, Ian me jaló, me abrazó y me dio un beso.
--Pídeme que me quede y lo haré. – susurró sugestivamente.
--No quiero caerle mal a tu papá por distraerte del trabajo.
--Valía la pena intentarlo. – sonrió y empezó a desabrochar los botones de la camisa.
--¿Qué haces? – pregunté con la voz entrecortada. Este hombre va a hacer que pierda los nervios.
--Necesito mi camisa.
--Oh. – fue todo lo que fui capaz de decir. Me quitó la camisa y cuando estaba a punto de besarme sonó su celular. Si las personas seguían interrumpiéndonos así tendría que romper todos los aparatos electrónicos, cerrar la puerta con llave y pegarle un gran letrero que diga; ¡NO MOLESTAR! Y secuestrar a Ian. Sí, eso haré.
Me dio un casto beso y contestó. Me fui a la habitación y me recosté en la cama. Ian entró y se paseaba por toda la habitación aun hablando por teléfono, se dio cuenta de que lo miraba y me guiñó un ojo. Cuando colgó me miró mientras se ponía la camisa.
--¿Qué pasa, Hannah? – preguntó de repente.
--¿Qué pasa de qué? – dije
--Tienes esa mirada de; “quiero pero no quiero contarte algo”
--No sabía que tenía una mirada para eso. ¿Cómo distingues esa mirada?
--Bueno, cariño, la pones muy a menudo. Más de lo que me gustaría, debo decir.
--Oh. —no pude decir otra cosa.
--Y bien, ¿qué es lo que pasa? – me senté en la cama, mientras se ponía la corbata.
--Alex llamó a mamá. – solté de repente. Se quedó quieto, me levanté y me acerqué a él, le acomodé el nudo de la corbata.
--¿Y qué quería? – preguntó una vez que terminé de acomodarlo y lo miré a los ojos.
--Comer con ella. – el cerró los ojos, me besó la frente y salió de la habitación así, sin decir nada. Me tragué el nudo que tenía en la garganta y fui tras él, estaba en la cocina metiendo unos papeles en su maletín.
--Ian... – comencé, se giró para verme y había algo en sus ojos que no me gusto.
--Ahora no, cariño. Tengo que procesar todo esto. – Dijo y dejo de hacer lo que estaba haciendo, puso sus manos a cada lado del maletín y suspiró -- Primero quería hablar contigo, después viene a tu casa a pedirte que elijas y ahora quiere hablar con tu madre. ¿Qué sigue? Después va a querer hablar con tu padre, con tus tíos, con toda tu familia. No puedo con todo esto, Hannah.
--¿Qué... que quieres decir con eso? – Tartamudeé -- ¿Qué quieres decir con que no puedes? Ian, escucha sé que esto es demasiado y lo siento, yo en serio lo sie...
--No quiero que te disculpes, Hannah. Te la pasas disculpándote todo el tiempo.
--Yo...no sé qué más hacer, Ian. – no, no, esto no me podía estar pasando.
--Tengo que ir a la oficina. – dijo y salió de la cocina, otra vez salí tras él.
--Ian, por favor, no te vayas así. Hay que hablar, por favor. – estaba a punto de ponerme histérica, que si te tuviera a un lado te juro que te estrangularía. Ian se acercó y me dio un beso en la frente.
--Te llamó luego. – dijo
--Ian... quédate. – dije recordando lo que me había dicho hace un rato.
No lo hizo.