TE ESTOY OLVIDANDO

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Capitulo 13. LA OFICINA

Cuando entramos al bar, me sorprendí al ver que todos los clientes llevaban traje. Todos. Ian al ver mi expresión de sorpresa sonrió.
–Nena, llegamos a "la oficina".
–¿Son todos abogados?  –no pude evitar preguntar. Había visto muchos bares pero ninguno donde todos los clientes llevaran traje. Aquí parecía que era un requisito.
–No, algunos son empresarios.
–Entonces, ¿aquellas veces que te hablé y me dijiste que estabas en "la oficina"– enfatizando oficina con comillas imaginarias que hice con mis dedos –estabas aquí?
–Algunas veces –dijo sonriendo
–Ya, pues vete buscando otra excusa – dije en tono falsamente enojado, Ian soltó una carcajada y me dio un beso en la comisura de los labios.
–Vamos,  creo que ambos necesitamos un trago. –me sonrió y deje que me llevara hasta la barra y en el camino vi al sr. Mikaelson hablando con algunos abogados, cuando nos vio saludo a Ian con un gesto de la cabeza y a mi me guiño un ojo, no pude hacer más que sonreír.
–Un martini – dijo Ian y se giró hacia mi
–Un mojito para mi, por favor – el barman que era un joven corpulento pero atractivo con unos preciosos ojos grises, asintió.
–Te quieres sentar aquí o en alguna mesa? –pregunto Ian,  deslizando una mano arriba y abajo sobre mi espalda.
–Mi padre no hace mas que hablar de negocios, no quiero que te aburras.
–Es tu trabajo, Ian. Tal vez no entiendo mucho ero no me aburre.
Dije tomándolo del brazo y acercándolo más a mi. –Además,  me gusta cuando te pones serio y hablas de negocios. – clavo en mi rostro sus ojos azules y alzó una ceja.
–Ah si? – preguntó dándome un beso lento y pausado. Y entonces escuche tu voz.
–Un martini y un cosmopolitan, por favor –dijiste en tono brusco.
Ian se tensó de inmediato y estaba apunto de apartarse pero no lo deje, enrede mis manos en su cuello y seguí besándolo, ignorando completamente tu presencia.
–Aquí tienen sus bebidas– dijo el chico de la barra en cuanto nos separamos. Sentí un gran alivio cuando no te vi cerca y note que Ian también.
Tomamos asiento  los bancos que estaban al pie de la barra . varios abogados se acercaron para charlar con Ian pero cuando veía la oportunidad de cortarles lo hacía para poner toda su atención en mi.
Estábamos hablando de su nuevo departamento cuando sonó su celular, miró la pantalla y fruncio el entrecejo.
–Lo siento, tengo que contestar.
Asentí y me dio un besó en la frente antes de ponerse el celular en la oreja y salir del bar.
–Te sirvo otro trago, preciosa?  – me preguntó el barman
–Por favor
Me lo sirvió e inmediatamente le di un trago, los mojitos si que bajan el estrés.
–Tan pronto te dejo sola? –me sobresaltó el escuchar tu voz detrás mio, tanto que dejé caer el mojito sobre la barra salpicando mi vestido. El barman se dio cuenta y acudió enseguida con un trapo y toallas.
–Te está molestando, preciosa? –preguntó. Tomé las toallitas y traté de secar mi vestido, estaba a punto de contestarle pero hablaste primero.
–Y a ti que te importa?  –dijiste enojado
–Alex!  – te reprendi, después me dirigí al chico– estoy bien, gracias. ¿Podrías servirme otro?
–Seguro, preciosa.
–Deja de llamarla "preciosa", no eres su acompañante.
El barman sonrió.
–Ni tu tampoco, ¿necesitas un trago para superarlo?
Me dio mi trago y te miró esperando tu respuesta y antes de que se la dieras, hablé.
–¿Cual es tu nombre?
–Matt, preciosa.
–Bien, Matt, te hablaré si necesito algo, gracias.
Le sonreí, me guiñó un ojo y se fue a atender otros clientes.
–¿Acostumbras coquetear con otros hombres mientras tu acompañante no esta presente? –dijiste mirándome a los ojos. 
–En primera, Ian no es mí acompañante, es mi novio y dado que tu no eres ninguna de las dos cosas, no te importa!
–No puedes andar con mi jefe – ahora si que me estaba enojando
–Disculpa, pero tu no decides eso. –contesté en el mismo tono que tu.
–Hannah, no puedes salir con Ian!
Sonreí y tu frunciste el ceño.
–¿Dónde está Lucy, Alex? ¿Tan pronto la dejaste sola?
Abriste los ojos sorprendido y después agachaste la mirada
–Lo amas? –preguntaste
–Le quiero –contesté, no quería darte el placer de saber que no lo amaba pero tampoco quería mentir sobre eso.
–Que rápido olvidas –dijiste fríamente y te odie porque tu menos que nadie tenia derecho a decir eso. Así que contesté en el mismo tono que tú.
–Dijo el que está comprometido.
Resoplaste y la ira inundó tu rostro.
–Hannah, sobre eso...

–Va todo bien, Hannah? –preguntó Ian sentándose a mi lado.
–Todo bien, cariño. Adiós Alex. –dije sonriendo.
–Todavía no terminamos de hablar – hablaste, remarcando las palabras.
–Yo creo que sí. – dijo Ian, con una voz que nunca había escuchado. Era autoritaria, de mando, de jefe.
Me encantó.
–Tu no decides eso –volviste a atacar, lo que me dijo que tenía que ser yo quien pusiera un alto antes de que la cosa se pusiera fea.
–Pero yo sí – se notaba la tensión en el aire, Ian y tu se retaban con la mirada. Y en eso llego Lucy de no se donde, estaba tan concentrada en ti y en Ian que no la vi venir.
–Pasa algo, cariño?  –dijo alternando la mirada entre tu e Ian y tomándote del brazo como para retenerte. Como vi que no contestabas y dado la mirada asesina que tenías me tome la libertad de contestar yo.
–Lucy –dije con la voz más alegre que pude –Alex nos estaba contando lo maravillosa que eres. –termine diciéndole porque no se me ocurrió otra cosa. Ella abrió mucho sus ojos verdes–que esta mal que yo lo diga pero me recuerdan al color del vomito– llámame infantil si quieres.
–Oh, linda, no. No le digas Alex, Alexander. –me dijo poniendo una mano con su perfecta manicura sobre mi hombro, como para restarle importancia a mi error. Y me pregunte por qué te molestaba que te dijera Alex, yo siempre te había dicho así.
— Dejalo Lucy, ella no sabía
–No, esta bien, lo siento. Alexander –dije remarcando tu nombre. Me giré hacía Ian
–Cariño, ¿te parece bien si nos vamos a casa?
–Por supuesto– me respondió.
–Viven juntos? – preguntaste con alarma en tu voz
–Sr. Donovan, creo que eso no es de su incumbencia–contesto Ian al ver que yo no lo hacía y lo hizo otra vez con su voz de jefe. Lo miraste y pude ver la ira en tu rostro y después me miraste a mí en busca de alguna explicación.
–Nosotros tenemos dos meses viviendo juntos –dijo la imitación de barbie y sonrió mostrando su perfecta y blanca dentadura.
Sentí que me dieron un golpe en el estómago, que si Ian no hubiera estado atrás de mí para sostenerme, probablemente me hubiera caído.
2 meses.
Llevaban viviendo juntos dos meses, a tan solo un mes de haber terminado conmigo. Y pensar que tuviste el cinismo de venir y decirme todas esas estupideces, cuando probablemente tu conocías a Lucy antes de terminar conmigo. Tuve que contenerme para no darte una bofetada. Ian me tomó de la mano, probablemente por la mirada asesina que te estaba dando. Los ojos me escocieron por las lágrimas pero no lloré me tragué el nudo que tenía en la garganta y sonreí. Y me di cuenta de que quería llorar pero no de tristeza, sino de coraje,  al pensar que, no se por cuánto tiempo, tu y Lucy me vieron la cara de idiota.
Ian se puso a un lado de mí, me abrazó por la cintura y me dio un beso en la sien, después me susurró lo suficientemente bajo, como para qué sólo yo escuchara.
–Tranquila –pude ver como te tensabas al presenciar ese gesto tan íntimo, me giré hacía él y le di un beso, después posó sus ojos azules sobre los mios y me preguntó con la mirada si estaba bien, le guiñe un ojo en respuesta y me devolvió el guiño.
–Vámonos a casa, cariño. –dijo con voz sugestiva y supe por su sonrisa que lo hacía para hacerte enojar. Y aunque me agradó también me molestó un poco. No quería que sintiera que lo estaba utilizando para darte celos,  porque no era así. Y tendría que aclararselo.
–Bueno, que tengan bonita noche– dije con una voz tan calmada que me sorprendí –Y de nuevo, felicidades por su compromiso –continúe y pude ver como las emociones pasaban por tus ojos. Sorpresa, tristeza, dolor.
–Felicidades por su compromiso y bienvenido al bufete de mi padre. –dijo Ian con una preciosa sonrisa en su rostro.
–Muchas gracias – contesto Lucy, ya que tu parecías no poder hablar.
Nos alejamos de ahí, yendo en busca del  Sr. Mikaelson para despedirnos. Cuando lo encontramos estaba un poco pasado de copas.
–Srita. Fitzgerald, fue un placer conocerla– dijo arrastrando las palabras.
–El placer ha sido mío –respondí educadamente.
Pude ver que ya no estaba rodeado de abogados, sino de  mujeres casi tan jóvenes como yo. Aunque el Sr. Mikaelson rebasaba los 45 años, estaba muy bien conservado. Era casi tan alto como su hijo y fornido pero a diferencia de Ian, tenía los ojos color miel con unas pestañas largas y espesas.
–Por fin, Ian ha encontrado alguien que valga la pena. –dijo mirando significativamente a su hijo.
–Papá –lo reprendió Ian –nos vemos el lunes en la oficina.
Y me jaló antes de poder decir  algo más.

Cuando  llegamos al auto, Ian en vez de abrirme la puerta del copiloto como siempre, me tomó de la cintura y me recargó en el auto. Y con  una mano en mi cintura y la otra en mi nuca,  posó sus labios sobre los míos, primero lento y pausado, después con desesperación, explorando mi boca y yo hice lo mismo con la suya.
Cada vez me gustaban mas  sus besos porque poco a poquito borraba los tuyos. Y también porque poco a poco dolía menos besar a alguien que no fueras tú.

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