Al siguiente día llegue a la cancha y me encontré con mis amigos. Muchos me preguntaron por mi desaparición, me limité a contestar que solo estuve un poco enfermo y no ahondé mucho en mis explicaciones. Así que al rato lo olvidaron y nos dedicamos a jugar.
Como a la hora de estar jugando apareció un niño en la puerta con su pelota en el brazo. Nunca olvidaré esa imagen; su semblante, la sonrisa a flor de piel, las zapatillas gastadas, casi rotas y ropa desteñida. Apareció de la nada como si hubiese estado esperando por años por ese momento, entró botando el balón, poniéndose frente al aro desde la mitad de la cancha, sonriendo y elevándose con su vista hacia el horizonte. Era como un sueño, vimos como la pelota viajaba girando como con un hilo invisible que la llevó directo a las mallas; en seguida ese sonido inigualable que se da solo cuando una pelota de básquet raspa las mallas. Una y otra vez se elevó, siempre con ese semblante, un lanzamiento único, sus movimientos de muñecas perfectos y elegantes...
Mis amigos con su cara pálida de impresión me preguntaban si lo conocía.
- Claro que lo conozco. ¡Es el Canguro!
Todos los niños se acercaban a él con admiración. No tardó en hacerse amigo de todos, gracias a su forma de ser tan humilde, sonriente y feliz. Como si acabara de ganarse un premio millonario.
Ese día jugamos sin descansar, lo pasamos increíble.
El canguro era extraordinario, tomaba la pelota, se pasaba a todos y te dejaba solo para que tú hicieras el punto. Nunca en todo el partido lo vi anotar, siempre le pasaba la pelota al que estaba mejor posicionado. Era muy pero muy bueno. Además de lo anterior, nos alegraba la tarde contando chistes, se reía todo el tiempo y no escatimaba nada, todo lo enseñaba. Era como un basquetbolista profesional en miniatura, nunca a lo largo de mi niñez había sentido tantas ganas de jugar ese deporte.
V
Fue cerca de un mes que el Canguro llegaba con su pelo crespo, desordenado y una pelota bajo el brazo a alegrarnos las tardes. Nos hicimos muy buenos amigos, y los demás niños también, la cancha se lleno de mas jóvenes, lo pasábamos excelente. Cuando tenía oportunidad hablaba del Canguro a otros niños, por lo que iban a la cancha solo para conocerlo, se quedaban ahí todas las tardes, era tan bueno como persona como lo era de jugador.
VI
Un día de aquellos estábamos afuera, cuando llegaron unas amigas. Se los presente, y para sorpresa de todos, el canguro al momento de presentarle a la Dania, la tomó, la tiró de espaldas en sus brazos, como lo hacen en las teleseries y le dio un beso en la boca, todos quedamos sorprendidos, pero mi amiga quedó fascinada. Desde ese momento ya no fueron solo niños los que iban todos los días a la cancha, sino que niñas también.
El canguro era un ídolo por donde lo miraran, todos los días donde estuviera me preguntaba que haría él en mi lugar, en la escuela, en mi casa, cuando jugaba. Lo admiraba tanto que si tuviera que buscar algún superhéroe de historietas, el canguro los superaba con supremacía. Era digno de admiración.
Llegaba cada tarde sin falta botando su pelota, con su cara sonriente e inventaba juegos nuevos con el basquetbol, fueron días maravillosos, que jamás olvidaré.
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El Regreso del Canguro
Teen FictionUn niño llega a la cancha de un barrio, sin saber que se convertirá en una leyenda...