Capítulo 8

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-¡Scott!

El estruendoso grito que provenía desde la habitación que compartían, despertó al rubio, que se había quedado dormido frente a la laptop estudiando para una futura prueba. Con miedo de que haya sucedido algo, corrió por el pasillo que lo separaba de dicho cuarto, golpeándose el dedo meñique de su pie derecho con el borde de una de las paredes en el proceso, provocando que miles de maldiciones volaran de los labios del rubio, hasta abrir abruptamente la puerta que lo separaba de su, ahora, ya no durmiente novio.

-¡Mitch! ¿Sucede algo? ¿Te duele? ¿Debemos ir al hospital? ¡No te muevas hasta que me haya asegurado que puedes hacer-

- Tengo hambre - lo interrumpió Mitch, sonriendo levemente, con la mirada más inocente del mundo.

Y Scott sintió que le echaron agua fría encima, al escucharla razón por la que su pareja había hecho semejante grito.

- Mitch - llamó Scott, con tono de advertencia, provocando que el pelinegro aún en la cama, contuviera una risa al ver el rostro enojado y de sueño que cargaba su pareja.

- Si tenías hambre, pudiste ir a la cocina a comerte las galletas que te compré hace unos días.

- Pero... Es que yo quiero pollo frito...

Y eso fue lo que terminó de rebasar la paciencia del trasnochado rubio.

-¡SON LAS TRES Y MEDIA DE LA MAÑANA, MITCHELL!

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Las ventanas abiertas dejaban ver un hermoso día despejado en Los Ángeles, y un Mitch, con sus ya cuatro meses y medio de gestación, lavaba los platos donde había comido la torta que hizo esa mañana. Debido al embarazo, le habían dado unos días más antes de poder ir a la universidad, mientras hace aproximadamente un mes, Scott había entrado de nuevo a la facultad, habiendo adelantado durante todo ese tiempo, con ayuda de los profesores y la escuela en línea, una buena parte del año. Ahora mismo, el pelinegro se encontraba esperando a su pareja, ya que iban a ir a comprar las cosas para el cuarto del bebé. La cuna ya la habían encargado, y solo faltaba comprar ropita y algunas otras cosas para la habitación.

Aún no sabían qué era, pero Mitch tenía un presentimiento de que sería niña.

-¡Llegué a casa! - esa exclamación fue por parte de Scott, quien entró al apartamento, sonriendo cuando vio a su novio en la encimera de la cocina, con una de sus camisas puestas, y con el molde de la torta, que era lo único que no había lavado, en sus manos, raspando lo que quedaba de chocolate en esta.

- Bienvenido a casa, cielo - canturreó Mitch, extrañamente muy feliz el día de hoy, mientras recibía el beso en los labios que le había tendido el rubio.

- No quedó nada de torta para mí, supongo - dijo Scott, alzando una ceja divertida a su novio.

Y hasta ahí llegó la felicidad de Mitch.

-¿Me acabas de decir tragón? - la pregunta de Mitch sonó como un cuchillo, mientras entrecerraba sus ojos a su pareja, en un muy evidente estado de amenaza, que hubiera surtido mucho más efecto en el rubio, si el ahora enojado omega encinta, no tuviera la comisura de sus labios manchadas de chocolate.

- No, no, yo solo suponía - dijo Scott rápidamente, tratando de arreglar un poco las cosas.

-¿Entonces supones que soy un tragón?

-¡No!

- Pensaba hacer más torta, pero como soy tragón, me comeré la muestra de chocolate yo solo, porque ahora, como mucho - y así, con una adorable furia, Mitch se bajó de la encimera, dejó el molde en el lavavajillas, y se encaminó sin ver en ningún momento a su novio, hasta el sofá de la sala, y tirarse en él des manera muy dramática, escondiendo su rostro en uno de los cojines.

Amarte Es Igual a Recordarte [Scömìche short-fic]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora