Capítulo 13

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Mitch abrió los ojos de manera abrupta, cuando un aroma delicioso llenó sus fosas nasales, llegando hasta sus papilas gustativas, haciendo que casi literalmente la boca se le hiciera agua.

Panquecas.

Con la cara brillando como un niño cuando le van a dar chocolate, salió disparado de la habitación, camino a la cocina.

Han pasado unas cuantas semanas desde que Mitch se enteró de su embarazo, aproximadamente otras casi tres semanas. Tres semanas en las que Scott ha sufrido de nauseas matutinas, cambios de humor, antojos, mientras que Mitch solo cargaba con un embarazo de casi dos meses, una hija de tres años y un niño de seis en el cuerpo de un hombre de veinticuatro. Ese último pensamiento lo hizo reír suavemente.

Cuando llegó a la cocina, lo primero que vio antes de las panquecas, fue la ancha y desnuda espalda de su pareja, que se encontraba preparando el desayuno. Mitch sabía que Scott sabía que estaba ahí, en el umbral de la puerta de la cocina, pero igual se permitió observar a su esposo a sus anchas, mientras éste se hacía el desentendido. El largo cuerpo de Scott estaba cubierto solamente por esos pantalones de pijama, que se ajustaban a sus caderas, dejando el amplio torso del rubio al descubierto, mostrando solo su espalda en esa posición; esa espalda de piel clara, aunque ligeramente bronceada, cubierta de pequeñas pecas y lunares que iban en degradación desde sus hombros, hasta casi desaparecer a la altura de la cintura, creando a los ojos de Mitch, un mapa de constelaciones que él deseaba contar una a una.

Sí, Scott podrá estar experimentando los malestares típicos de los primeros tres meses de embarazo. Mitch en cambio tiene un antojo peculiar, incluso más fuerte que en su primer embarazo.

Sí. Mitch tiene antojo de sexo.

Mucho sexo que Scott hasta ahora le ha dado felizmente.

Todos ganan... Hasta que Scott tiene nauseas, claro.

-¿Te vas a quedar ahí todo el rato? - la grave voz de Scott lo distrajo de rumbo interesante que estaban tomando sus pensamientos.

- No es una vista que me moleste - habló Mitch, mordiendo su labio aunque sabía que Scott no podía verlo.

- Mitch, apenas has dormido dos horas, nos acostamos tarde porque estaba satisfaciendo tu antojo, ¿se te olvidó? - dijo Scott, con un tono burlón.

- Bueno, es tu culpa, dejaste la cama y te paraste a las cuatro y media de la mañana a preparar panquecas - dijo Mitch, mientras se acercaba lentamente a Scott, hasta que lo tuvo en frente, rodeando su cintura con sus delgados brazos.

El rubio rió, mientras acariciaba las manos de Mitch sobre su estómago, y sacaba la última panqueca. Mitch sintió sus ojos brillar cuando vio el plato, y trato de quitar un pedazo de una, ganándose un ligero manotazo de Scott.

- Hey - se quejó el omega.

- Hey nada, son mías - se quejó Scott, tomando el plato.

- Pero tienes como diez panquecas ahí, y todas son grandes - Mitch infló sus mejillas, mientras se cruzaba de brazos.

- Pero son mías, y es tu culpe, me pegaste los antojos, el embarazado eres tú, es tu culpa - renegó el rubio alfa, de modo infantil.

-¿Mi culpa? ¿Y quién rayos me dejó embarazado?

-¿A quién se le olvidó tomar la pastilla?

-¡No es justo! - exclamó Mitch, mientras se cruzaba de brazos, dejando claro que Scott ganaba la discusión.

- Solamente porque soy generoso, te daré una - dijo el rubio, sonriendo victorioso.

- Oh no, ya no quiero.

- Vamos, Mitch, no te pongas así.

- No, ya no quiero panquecas - dijo el pelinegro, su voz cambiando drásticamente, mientras se acercaba lenta y peligrosamente a su esposo -. Ahora quiero seguir cumpliendo mi antojo.

-¿Ahora? Estás como que muy activo en este embarazo, ¿no crees? - burló Scott, mientras dejaba el plato lleno de panquecas en la encimera, dejándose acorralar por el pequeño y aún delgado cuerpo de su omega.

- Bueno, fuiste muy apasionado cuando me dejaste embarazado otra vez, parece que se me pegó - dijo Mitch, sonriendo ladinamente.

- Oh sí, me aseguré de hacer a ese cachorro con mucho amor, créeme - rió Scott, recibiendo el cuerpo de su esposo en sus brazos, mientras este se trepó a su cuerpo.

-¿Te vas a quejar? Si mal no recuerdo, me dijiste cuando embaracé por primera vez, que cumplirías todos mis caprichos - Mitch acercó su boca al oído de su pareja, susurrando esas palabras, antes de tomar el lóbulo de este entre sus dientes, mordiendo con suavidad, enviando una descarga de anticipación al cuerpo del alfa, que empezaba a despertar con mucho entusiasmo, dispuesto a cumplir cada petición de su pequeño, preñado y muy fogoso omega.

- He creado un monstruo - burló el rubio, antes de sellar los labios del pelinegro en un beso demandante.

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- Mamá, por favor - se quejaron ambos omegas al mismo tiempo, mientras se tapaban sus rostros, divirtiendo al omega mayor.

- Chicos, cuando tengan pareja y quieran formar familia-

-¡MAMÁ!

La carcajada de Mitch no se hizo esperar.

- Fueron meses interesantes, podría decirse que disfruté mucho el embarazo de Max - dijo Mitch, sonriendo.

- Me imagino alguna frase de papá cuando conoció a Max - dijo Lia, sonriendo.

Y ese inocente comentario, hizo temblar el semblante alegre de Mitch, que fue solamente perceptible para su hijo menor, que frunció su ceño ante el semblante triste que embargó a su madre por el comentario de Lia.

- Sí, yo también - dijo Mitch, quien no se dio cuenta de que su hijo menor lo estaba mirando fijamente a los ojos.

Ojos que se llenaron de lágrimas inconscientes que no se derramaron, pero que estaban ahí para causar dolor, como los recuerdos que le siguieron.

"Es tan fácil para ti decirlo, Lia, ojalá hubiera sido verdad" Fue el pensamiento de ambos pelinegros, que estaban sumidos en sus pensamientos.


Amarte Es Igual a Recordarte [Scömìche short-fic]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora