Capítulo 14

101 12 0
                                    

************************

Mitch suspiró, viendo a sus hijos sonreír felices ante la larga historia que les ha contado, y sintiéndose ligeramente satisfecho al ver que sus hijos amaban a su padre tanto como Mitch lo ama.

Aunque en el fondo, le duela el final de la historia.

- Hey, Max, ¿qué te parece si Lia hace la cena? - preguntó Mitch, sonriendo con diversión, siendo imitado por su hijo menor.

-¡¿Ah?! - fue lo único que salió de la boca de la aludida.

- Mientras esta vez pida la pizza correcta, todo bien - burló Max, provocando un fuerte sonrojo avergonzado en su hermana mayor.

- No creíste que de verdad te iba a dejar tocar mi cocina, ¿no? - dijo Mitch, girándose a ver a su hija, que puso una expresión indignada a sus palabras - La última vez que te dejé hacer la cena, casi quemaste la casa.

- Pero eso fue una sola vez, es injusto que piensen tan mal de mí - refunfuñó Lia, mientras hacía pucheros y se cruzaba de brazos.

Los ojos de Mitch brillaron levemente, reconociendo el rostro de su esposo en el rostro de su hija.

- Cuando aprendas a cocinar, dejaré que la toques, del resto, te encargarás de llamar a los repartidores, así que anda a pedir la pizza - ordenó Mitch de forma suave, pero con una mirada que le dejó claro a la omega menor que no podía refutar ni seguir quejándose a las palabras un poco ofensivas de su madre hacia sus habilidades culinarias.

Cuando Lia salió de la habitación, dejando a Mitch y Max solos, el menor de los dos se giró a su madre.

- Nunca conocí a papá - y no era una pregunta.

- No - fue la sencilla respuesta de Mitch.

-¿Por qué le hiciste creer a Lia que sí? - preguntó Max.

- Porque ella siempre fue susceptible con el tema de tu padre, es la más sensible en esto, porque ella si lo conoció, y aunque ahora es solo un recuerdo difuso en su memoria, tiene la consciencia de haberlo visto en los primeros años de su vida, por lo que no quise quitarle el pensamiento de que tuviste la misma oportunidad - respondió el pelinegro mayor, bajando la mirada a su regazo.

Hubo un silencio, en donde Max tomó aire profundamente, para preguntarle de nuevo a su madre.

-¿Qué fue lo que pasó en realidad?

Mitch rió sin gracia alguna, mientras sus ojos se volvían vacíos de nuevo.

- El lazo no se rompió porque me haya abandonado, se rompió porque tu padre murió, y no fue en un accidente como le dije a Lia cuando era una niña - hizo una pausa, antes de coger aire y seguir -. Tu padre empezó a trabajar en el departamento de epidemiología antes de que siquiera estuvieras en nuestros planes, llevaba trabajando ahí un tiempo; nunca me gustó que trabajara ahí, ya que en ese departamento es donde se encuentran personas con enfermedades que causan cuarentenas en algunos lugares, pero a tu padre le gustaba lo difícil, la prueba d e eso es que se casó conmigo - burló.

Max rió ante lo último.

- Cuando cumplí los cuatro meses, a Scott le salió la oportunidad de estar en un campo de concentración médica en Nigeria, la asociación de Médicos Sin Fronteras había recibido su expediente y estaban interesados en ver su trabajo en el campo como tal, fuera de un hospital, y aunque la primera semana estuvimos peleados por eso, al final acepté que se fuera a Nigeria, de todas formas, era su sueño, y tenía un esposo médico, así que no me podía quejar - rió Mitch.

Max supo que la historia no terminaba ahí.

- Se fue a trabajar en una de las partes más pobres del país, había algunos problemas con los habitantes que no estaban infectados, pues al parecer, ellos aún tenían reticencia a la ayuda extranjera, pero aún así, ellos empezaron a trabajar allá - hizo otra pausa, antes de suspirar y seguir la historia -. Estuvo tres meses en Nigeria, hablábamos por Skype casi siempre que conseguía internet, pero, el último mes, fue cuando empezó a tener problemas en su área de trabajo.

Max alzó una ceja.

- Las medicinas que eran enviadas para el tratamiento de los infectados comenzaron a desaparecer misteriosamente, los equipos de protección también, por lo que ellos tuvieron que ingeniar muchas cosas para no salir infectados, hasta que un día, un grupo organizado los puso de rehenes a todos en el campo de concentración, amenazando a los médicos que eran extranjeros para que les dieran las pocas medicinas que lograron esconder. Al inicio se negaron, pero después de un par de golpes y rifles en sus frentes, no les quedó de otra que darles los medicamentos; tiempo después nos enteramos que ese grupo pedía ayuda a organizaciones médicas internacionales solo para conseguir las medicinas y venderlas a precios muy altos a los demás países vecinos.

- Dios - jadeó Max.

- Esa misma noche, después de que los camiones estuvieron cargados, arrasaron con el campamento, sin tener compasión de nadie para que no pudieran decir qué era lo que había pasado, aunque no contaron que hubo un sobreviviente que fue el que nos dio la noticia, como dos meses después de eso.

-¿Es quiere decir que-

- Sí, tu padre murió junto a los demás en un campo de concentración médica a manos de grupos de tráfico de insumos clandestino que hasta el día de hoy, no han podido dar con su paradero - completó Mitch, ceñudo.

- Demonios - gruñó Max.

- De alguna manera, me siento orgulloso de que tu padre haya perdido la vida por su trabajo, siempre supe que su corazón era tan grande, que daría la vida por personas que no conocía, como esos pacientes que le tocó tratar, pero diablos, yo le dije que no debía ir, y aún así lo dejé que fuera - se quejó Mitch, cerrando sus ojos, sintiendo la herida de la muerte de Scott sangrando y que nunca ha dejado de sangrar.

- Mamá...

- Si me hubiera hecho caso, él estaría aquí, contando buenos recuerdos de cuando éramos jóvenes y no siendo polvo en algún lugar de Nigeria, ya que nunca pudieron traer los cadáveres a casa - se culpó Mitch, soltando una lágrima que secó con rapidez.

- Mamá, no te culpes, tú no podías hacer nada, no es tu culpa, y tampoco de papá, él solo hizo lo que consideraba correcto - dijo Max, consolando a su madre.

- Lo sé, y estoy tan orgulloso de él, pero, aún así quisiera que estuviera aquí - sonrió Mitch, recibiendo el abrazo de su hijo.

Cuando ambos pudieron calmarse, salieron del cuarto, mientras Max iba a molestar a su hermana mayor, Mitch se detuvo en el pasillo, observando una foto que estaba colgada ahí desde hace un poco más de 20 años, sonriendo con nostalgia.

- Cómo quisiera que estés aquí, estarías orgulloso de mí, aunque lloré, pude contar nuestra historia - susurró Mitch, pasando sus dedos por el marco de la foto, observando la imagen de la sonrisa de Scott y la suya propia, cuando se graduaron de la preparatoria.

"Ya verás, algún día estaré graduado, y seré un gran médico, y estarás orgulloso de mí" le había dicho Scott ese día, sonriendo inmensamente.

- Y lo lograste, y estoy muy orgulloso de ti - sonrió el omega, antes de suspirar y caminar por el pasillo hasta la sala, apagando la luz de este, dejando que solo una pequeña lámpara que tenía la foto sea lo único que iluminara el lugar, mostrando así, de una forma muy nostálgica, el rostro de una joven pareja destinada, que se esperan, quizás no en esta vida, pero sí en la siguiente y las que vendrán.

*************************

N/A: La organización de Médicos Sin Fronteras es una asociación que lleva atención médica a lugares destruidos por la guerra, o sin recursos económicos y hospitalarios para tratar a su gente, casos que se ven mucho en países africanos o en las guerras en Medio Oriente. Aka autora-chan le gustaría trabajar en una asociación así cuando esté graduada

Amarte Es Igual a Recordarte [Scömìche short-fic]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora